Tapas N.23 – Mayo 2017

(ff) #1
¿Qué le seduce de la ópera?
Que es una forma de arte con un potencial expresivo
impresionante. Es un arte y comparte lo esencial con
las otras artes. La diferencia se encuentra en que, en
una ópera, la intensidad de la expresión genuinamente
artística puede ser mayor: es un arte que, de alguna
manera, va directo al grano.
¿Disfrutar de una ópera exige una formación
o información previa?
La información previa, desde luego, no estorba. Quizás
no sea imprescindible, pero sí que es recomendable. Y
es el propio teatro quien debe asumir la responsabilidad
de ofrecer al público esa información previa. Para eso
existe la revista del Teatro Real, los programas de
mano, las conferencias antes de cada representación, las
sesiones Enfoques dedicadas a cada título, las numerosas
actividades paralelas en las demás grandes instituciones
culturales de Madrid y el bombardeo de mensajes en
las redes sociales. La ópera
es un espectáculo complejo
en el que intervienen
diversos factores: una base
literaria, una música que
convierte el texto del libreto
en materia expresiva, una
dramaturgia que propone
una interpretación de la obra... aparte de una orquesta,
un coro y un equipo de cantantes.
¿Qué consejos daría a un neófito para introducirse en el
mundo de la ópera y no frustrarse en el intento?
Simplemente escoger una buena representación.
Es difícil dar consejos genéricos porque es lógico
que cada uno tenga más afinidad con unas estéticas
(compositores, dramaturgias, etc.) que con otras. Los
gustos personales cuentan, también en la ópera. Pero
cualquiera de las representaciones que se avecinan de
El gallo de oro, de Rimski-Korsakov, o de Madama
Butter f ly, de Puccini, son idóneas para que un neófito
caiga rendido ante la fuerza expresiva de la ópera como
forma de arte. Más intelectual en el caso de la ópera de
Rimski-Korsakov y más emocional en el caso de la de
Puccini, pero con ambas se cumplirá el objetivo.
¿La tradición debe pesar siempre más que la
innovación a la hora de poner en pie una ópera?
Desde luego que no. Explicar una obra, sobre todo si
es muy conocida, implica necesariamente un cierto
extrañamiento del objeto: ver el objeto sin reconocerlo,
de forma que volvamos a plantearnos lo que la obra
expresa. Otra cosa es que la tradición sea un capital
precioso para un teatro porque implica que existe un
código compartido, de forma que la transgresión de
ese código está repleta de significación potencial. En

este sentido, es estupendo que exista una tradición: es
un privilegio para un teatro. Pero desde luego que no
hay que entender la tradición como una prisión. Eso
convertiría la ópera en algo letal, muy alejado de lo que
puede aportarnos como forma de arte.
¿Sigue habiendo mucha ‘caspa’ en la ópera nacional?
En las últimas décadas ha cambiado completamente
lo que en España se entendía por ópera. No hace tanto
tiempo, las temporadas de ópera españolas consistían
en un desfile de divos mediáticos, cada uno de ellos
encabezando el reparto de la ópera con la que se sentía
más a gusto para su lucimiento personal. Apenas se
prestaba atención a la calidad de las orquestas, los
coros, la dramaturgia, etc. Es evidente que el interés de
esta concepción de la ópera era muy limitado, por no
decir nulo. Eso sin dejar de admirar a muchos de estos
divos mediáticos, que sin duda eran capaces de ofrecer
exhibiciones canoras de primera categoría. El problema
es que la ópera no es solo eso.
¿Cómo anda el sector operístico español
si lo comparamos al de otros países?
El problema en España no es de modelo ni de calidad,
sino que siempre ha sido un país al que le cuesta mucho
tomarse en serio a sí mismo. Y normalmente solo es
capaz de hacerlo cuando resulta evidente que, desde
fuera, se escuchan ecos de su ejemplaridad. Esto es
exactamente lo que está sucediendo con el Teatro Real,
se va rompiendo la dinámica reticente ante lo propio que
tanto daño nos hace, en tantos ámbitos.
¿Cuál considera que es en este momento su principal
desafío en el Real?
Desde el punto de vista artístico el gran desafío del
Teatro Real es normalizar en el repertorio una gran
cantidad de obras que, por lo accidentado de la historia
de la institución, no han llegado a estrenarse o no han
llegado a formar parte del patrimonio común. El Teatro
Real tiene todavía muchos deberes por hacer, y los va a
hacer. Además, lo crucial es la mejora progresiva de la
orquesta y el coro. Están a un gran nivel, y más lo estarán
trabajando regularmente con directores de la talla de
Ivor Bolton (director musical), Pablo Heras-Casado
(director principal invitado) o Nicola Luisotti.
¿Su ópera imprescindible?
Soy incapaz de escoger una sola ópera. Suelo inclinarme
por la ópera que estamos preparando y en la que estamos
invirtiendo todas las energías. Desde luego, El gallo de
oro, de Rimski-Korsakov, me parece en estos momentos
absolutamente imprescindible.
¿Y su plato más operístico?
Supongo que no hay plato más operístico que unos
buenos canelones Rossini. ¡Qué invento! ¡Poner en la
gastronomía la misma joie de vivre que en el arte!

“el TeaTRo Real


TIene muchoS
debeReS PoR
haceR, y loS
va a haceR”

A MESA PUESTA

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