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El marco legal y político de Ruanda y la cifra
de ruandesas en puestos de poder son impresio
nantes. Solo que los datos también ocultan una
verdad más compleja y oscura sobre las limita
ciones de cambiar el mundo a golpe de ley.
En este país las mujeres no lucharon por sus
derechos en la calle; los alcanzaron por la vía
legislativa, dando por hecho que las reformas se
harían extensivas a la ciudadanía y cristalizarían
en la sociedad. Sin embargo, ni Rubagumya ni
Uvuza creen que la sociedad haya cambiado
hasta el punto de no necesitarse una cuota legal
del 30 % para garantizar una robusta presencia
parlamentaria femenina.
«No hemos llegado al ciento por ciento –dice
Rubagumya–. No se cambia una forma de pensar
de la noche a la mañana». Se aprecia a la perfec
ción en las relaciones de género dentro de la
familia, que según Uvuza no han cambiado al
mismo ritmo que las políticas gubernamentales.
Uvuza, cuya tesis doctoral examinaba la vida
pública y privada de las parlamentarias ruan
desas, afirma que el poder de una mujer de
Ruanda, por enorme que sea en el espacio pú
blico, sigue volatilizándose en cuanto pone el
pie en su casa. «Los hombres siguen aferrados a
las costumbres de antaño». Hasta los maridos
de las parlamentarias, señala, esperan que sus
mujeres «se ocupen de que tengan los zapatos
limpios, la camisa planchada, el baño dispuesto.
Esto es lo que me dice la mayoría de las mujeres».
El siguiente paso en la evolución de Ruanda
respecto al género, dice Mary Balikungeri, direc
tora y fundadora de la Red de Mujeres de Ruanda, es centrarse en los varones
y en «cómo transformar a nuestras propias familias, a nuestros propios maridos».
Y advierte: «No lograremos cambiar mucho hasta que estos hombres empie
cen a ver las cosas de otro modo; es imprescindible implicarlos en el diálogo».
Solina Nyirahabimana, ministra de Género y Promoción de la Familia, está
de acuerdo en que en 25 años rompiendo estereotipos de género a base de
decir a las mujeres lo que pueden hacer, «los hombres se han visto relegados»
de la conversación. Añade que su ministerio tiene un plan más ambicioso:
impedir que se siembre el germen de la discriminación, instilando principios
de igualdad de género en la infancia.
En una actividad extraescolar del sur del distrito de Kamonyi, adolescen
tes de ambos sexos representan obras de teatro basadas en lo que han apren
dido sobre combatir los estereotipos de género. En una, un chico cuestiona
la decisión de su madre de dar prioridad a sus estudios sobre los de su her
mana, alegando que él también puede ayudar con las tareas domésticas y
que no es justo que recaigan solamente en ella.
Para Redempter Batete, de 39 años, especialista de género de Unicef, ense
ñar a los niños varones que las mujeres tienen sus propios derechos es, en
buena lógica, el siguiente paso. «Si no nos ocupamos de esos pequeños ahora,
corremos el riesgo de perder la ocasión cuando sean mayores».
EMMA FURAHA
RUBAGUMYA
PRESIDENTA
DE LA COMISIÓN
DE ASUNTOS
POLÍTICOS
Y GÉNERO
No hemos
llegado al
ciento por
ciento. No se
cambia una
forma de
pensar de
la noche
a la mañana.