NATIONAL GEOGRAPHIC
suelen ser áreas que necesitan nueva protección, pero
también pueden ser AMP existentes donde se requiere
incrementar las medidas de conservación». De dimen-
siones variadas, todos ellos albergan una abundancia o
diversidad relevante de especies, hábitats o ecosistemas
inusuales o representativos, y poblaciones de especies
raras, amenazadas o endémicas. «Son sitios con mucho
potencial para revertir el daño de los impactos humanos
negativos, que ofrecen esperanza para sostener impor-
tantes procesos naturales a largo plazo y de importancia
particular para la comunidad», dice Earle.
Hoy, a sus 84 años de edad, esta científica que el año
pasado recibió el premio Princesa de Asturias de la
Concordia 2018 por su lucha incombustible por la pro-
tección de su querido gran azul sigue perseverando en
ello con un optimismo guerrero que cosechó con sus
primeras inmersiones siendo adolescente y afianzó tras
miles de zambullidas en algunos mares pletóricos que
luego vio marchitar. Como en 1970, cuando capitaneó
un equipo de cinco investigadoras que durante dos
semanas vivieron en el interior de un laboratorio sub-
marino, el Tektite II, en los fondos marinos de las cari-
beñas islas Vírgenes. «Pasamos 15 días buceando entre
10 y 12 horas diarias –recuerda–. Estaba todo tan lleno
de vida... era absolutamente maravilloso». Pero al volver
a aquel lugar en 2011, lo que vio la dejó consternada: los
fondos estaban arrasados. No había apenas nada: un
erial sumergido, un páramo desolado. Earle ha sido
también testigo de desastres ecológicos descomunales,
como los originados por los vertidos de crudo delExxon
La oceanógrafa y bióloga marinaSylvia Earle,pionera en la
exploración submarina, es Exploradora Residente de la National
Geographic y Testimonial Rolex desde 1982. Actualmente impulsa
la iniciativaMission Blue, destinada a salvaguardar Hope Spots
(lugares de esperanza) marinos, en la que colabora Rolex.
Valdezen Alaska en 1989 o el delMega Borgen el Golfo
de México en 1990. Un año más tarde viajaría hasta el
golfo Pérsico para verin situlos vertidos causados
durante la guerra de Iraq en Kuwait. Entonces ejercía
como directora científica de la NOAA, la Administración
Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos.
Pero duró poco en el cargo, apenas dos años. «No me
dejaban decir lo que sabía, y decidí que lo mejor era
seguir por libre», explica con determinación. Fue allí
donde alguien le endiñó otro apodo:Sturgeon General
(General Esturión). Afortunadamente tiene ese don que
poseen tantas grandes personalidades del mundo de la
conservación: la certeza de que no hay más alternativa
que seguir en la brecha. «En el pasado no conocíamos
el alcance de nuestros actos. Hoy sí. Sabemos con deta-
lle cuáles son los efectos causados y cómo revertir la
situación, y de hecho ya lo hemos hecho en algunos
lugares, como en Cabo Pulmo, en el mar de Cortés, en
México, un lugar que se ha recuperado de forma sor-
prendente tras su preservación y que hoy va parecién-
dose a lo que era 50 años atrás», dice.
«Realmente, entre todos podemos conseguirlo», con-
cluye Earle, quien ahora se encuentra en las islas Galápa-
gos. Afortunadamente para todos,Her Deepnesses
imparable. Y su misión azul, también.
Banco de pargos en aguas del Parque Nacional Cabo Pulmo, una de las muchas especies que pueblan
los arrecifes de este parque marino. Hace medio siglo la biodiversidad de estas aguas estuvo amenazada
por la sobreexplotación del océano. Para Earle, a la derecha, este es un ejemplo de cómo un ecosistema
puede recuperarse si se implementan las medidas de preservación necesarias.
MCT / GETTY IMAGES (ARRIBA); ©KIP EVANS, POR CORTESÍA DE ROLEX (DERECHA)