El Mundo - 12.09.2019

(Marcin) #1

EL MUNDO. JUEVES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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ESPAÑA
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CHEMA RODRÍGUEZ SEVILLA^
Juan Carlos G. R. fue condenado
en 2005, tres años después de que
la Policía Nacional desenmasca-
rase al amable profesor de gimna-
sia casado con su novia de toda la
vida que también era un violador
de mujeres, la mayoría de ellas jó-
venes, una, incluso menor de
edad. Durante años lo hizo impu-
nemente y sembró el pánico en
Málaga, donde se le conoció co-
mo el «violador múltiple». La Au-
diencia Provincial le impuso una

pena de 271 años de cárcel como
responsable de trece delitos de
agresión sexual y otros once en
grado de tentativa, pero tras cum-
plir únicamente 17 años, saldrá
de la cárcel, como muy tarde, la
semana que viene.
Será posible tras la decisión del
juez de Vigilancia Penitenciaria
número 5 de Andalucía de conce-
der el tercer grado penitenciario
al recluso, que de esta manera po-
drá hacer una vida normal duran-
te el día y sólo tendrá que dormir

en un centro de inserción social.
Todo ello en contra del criterio de
la Junta de Tratamiento, el equipo
de profesionales que evalúa a los
internos para decidir su progre-

sión de grado, del centro peniten-
ciario de Albolote, donde se en-
cuentra actualmente.
El juez, tras recurrir el agresor
sexual, rectificó la decisión de

Instituciones Penitenciarias y le
dio la razón. Entre otros motivos,
porque Juan Carlos G. R. ha he-
cho gala en todo estos años que
ha pasado entre rejas de una
«conducta intachable».
Su conducta no ha sido el úni-
co pasaporte a la libertad para es-
te violador. Además, el juez tuvo
en cuenta que el agresor había
cumplido «sobradamente» las
tres cuartas partes de los 20 años
que, como máximo, podía pasar
en prisión y que ha participado
en muchas actividades del centro
«de manera destacada y con cali-
ficación de excelente».
A estos méritos hay que sumar
la realización de un programa pa-
ra la prevención y control de la
agresión sexual, también aproba-
do, su «arrepentimiento» y «em-
patía» con las víctimas o el apoyo
familiar con el que cuenta.

QUICO ALSEDO ALMERÍA
El pelo de Ana Julia vuelve a rizar-
se. Conforme avanza el juicio, po-
co a poco la melena de la mujer,
que mató con sus propias manos a
Gabriel Cruz, de ocho años, va vol-
viendo a su ser. Y se riza, se tuerce
y se enrosca, como se enroscó ella
con sus sucesivas parejas –cinco
en España, que se sepa– e incluso
con la Guardia Civil durante 12
frenéticas jornadas del invierno de
2018 jugando al gato y el ratón, y a
los que hizo creer hasta el final
que el niño estaba secuestrado:
«Estábamos convencidos de que
era así», han admitido en las vistas
miembros de la Benemérita.
La historia comienza con Patricia
Ramírez, la madre de Gabriel Cruz,
«llorando y pataleando en el suelo»
aquella misma noche en que el ni-
ño acaba de desaparecer. «Está de-
sesperada, pero le decimos que hay
que ponerse a trabajar», explican
en el Instituto Armado. Se investiga
el entorno de los padres y a Ana Ju-
lia Quezada en su papel de madras-
tra llorosa pero fuerte junto a un
hundido Ángel Cruz, padre del ni-
ño. Quezada hace su primer envite:
ella misma lleva a la Guardia Civil
a la finca de Rodalquilar.
Los agentes sólo miran el lugar
«por encima» y allí mismo, sin sa-
ber que su sobrino muerto está a
10 metros, duermen esas noches
del 28 de febrero y el 1 de marzo
Francisco, el hermano de Ángel,
y su pareja. Francisco fuma justo
al lado de donde está sepultado el
niño. Pese a que las dos últimas
personas que vieron con vida a
Gabriel son su abuela y Ana Ju-
lia, no se registran en profundi-
dad las dos casas en que ambas
pasaron esas horas. Dando un
paso al frente, Quezada ha logra-
do pasar la primera pantalla. Ha
matado al niño y de momento
mantiene su secreto intacto.

Ana Julia abre luego dos líneas.
Por un lado, llega a manejar hasta
cuatro teléfonos móviles e incluso
«no es raro que se lo intercambie, así
como suena, con gente cercana, por
ejemplo con su hija, Judith, con
quien se lo cruza en cuanto esta lle-
ga de Burgos». Quezada consigue
así, por un lado, evitar el control geo-
localizado de sus movimientos –con-

trol, la pulsión que todo lo provoca y
todo lo devora– y, por otro, creen los
investigadores, eliminar material que
pudiera ser comprometedor. En pa-
ralelo, Ana Julia impulsa manipulan-
do a Ángel, cree la Guardia Civil, el
ofrecimiento de una recompensa pa-
ra quien facilite datos de Gabriel. El
hecho, que se realiza sin el concurso
ni la anuencia de Patricia Ramírez, la

madre, pone los focos sobre Queza-
da y apunta a la hipótesis del secues-
tro. Con Ángel «obsesionado por la
furgoneta blanca» que dos habitan-
tes de Las Hortichuelas han descrito
como cuerpo extraño en la aldea
aquella aciaga tarde de la desapari-
ción, conduce a su pareja y a una
amiga común a una zona muy apar-
tada de Las Negras y pone los focos

sobre Sergio Melguizo, su ex. «Co-
menzó una campaña de apuntar
descaradamente hacia él, y la verdad
es que nos obligó a trabajar mucho
más y nos despistó hasta cierto pun-
to, es cierto», admiten en la Guardia
Civil, quienes, no obstante, iban a ver
la luz cuando su rival comete su pri-
mer y quizás fatal error: coloca la ca-
miseta que llevaba Gabriel esa tarde,
y que ella ha mantenido en un arma-
rio del dormitorio en el que yace ca-
da noche con Ángel, en un cañaveral
a 800 metros de la casa de Sergio.
«Esa noche, cuando le tomamos
declaración por esos hechos, se no-
taba que ella misma se daba cuenta
de que había cometido un grave
error». La propia Patricia Ramírez,
madre del niño, declaró a los agentes
esa noche, por primera vez, que sos-
pechaba de ella. «Quería ella misma
dirigir las investigaciones», dicen los
agentes. La querencia de Quezada

por ir a la finca a «estar tranquila»
comenzaba entonces ya a extrañar
–«fue todos los días, o el 99% de
ellos», dicen los agentes, que, pese
a eso, jamás registraron allí–. Los
tres últimos días antes del desenla-
ce Ana Julia comienza a sospechar
que su suerte está echada. A Fran-
cisco Martín, psicólogo de Patricia,
le sorprende con una inesperado
derrotismo –«Gabriel no va a apare-
cer vivo, son demasiados días»–.
La Guardia Civil sigue instalada
en la hipótesis del secuestro cuan-
do, el día 11, Ana Julia se decide al
jaque mate. La fotografían reco-
giendo el cadáver. La siguen seis
coches. La escuchan, por los mi-
crófonos del coche, insultando a
Gabriel. La dejan ir porque aún
creen que era un secuestro y pue-
de tener un compinche. Cuando
llega a la casa de Vícar y saben
que allí no hay nadie, le dan el al-
to. La partida ha terminado.

El secuestro ‘fingido’ de Ana Julia


Los agentes creyeron hasta el final que la acusada estaba realizando un rapto extorsivo


Ana Julia Quezada, conducida ayer por los agentes hacia la Audiencia de Almería. RICARDO GARCÍA / EFE


Un violador múltiple de


conducta «intachable»


Logra el tercer grado tras cumplir sólo 17 años de
cárcel y con la oposición de la Junta de Tratamiento

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días duró el engaño
de Quezada, que
mantuvo a la
Guardia Civil
convencida de que
era un secuestro.

Juan Carlos G.R., tras ser detenido en Málaga en febrero de 2002. J. DOMÍNGUEZ

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