El Mundo - 21.08.2019

(ff) #1

D E V E R A N O


EL MUNDO. MIÉRCOLES 21

HOJA Nº (^22) AGOSTO DE 2019 E N P O R TA DA
Doble
lanzamiento. El
narrador lee el
texto con sus
comas, sus puntos
y sus nombres
impronunciables.
No cambia nada, y
a la vez cambia
todo. El próximo
miércoles, el final
de ‘Millennium’ se
publicará en libro
y audio de manera
simultánea
«Me fui a la cama con la
voz de Germán Gijón». Al
propio Germán Gijón casi
le da un soponcio cuando
leyó la frase en una
revista. «Menos mal que
no lo ha visto mi mujer...»,
recuerda risueño entre
calada y calada de un
cigarrillo electrónico de
olor dulzón. Y sin
embargo, cada vez más y
más lectores se acuestan,
efectivamente, con su voz
grave y su locución
pausada. Con ella en el
oído, se entiende.
Germán Gijón es uno de
los pocos privilegiados que
sabe ya cómo termina la
saga Millennium. No en
vano, lo ha sido todo en el
noir nórdico desde que
tomara el relevo David
Lagercrantz: de la
estrafalaria Salander al
siempre comedido
Blomkvist, pasando por el
propio escritor. Desde hace
algún tiempo, Gijón
combina el doblaje
intensivo de telenovelas
turcas con la lectura de
libros en voz alta. Como
un cuentacuentos de la era
moderna, a Gijón lo
podemos escuchar
desentrañar el perfil
menos conocido de Steve
Jobs como poner voz a
Tolstói en una reflexión
sobre la ambición.
El audiolibro llegó a
España por Valencia a
bordo de un estudio que
mira al Palau de la Música
desde el otro lado de una
avenida que hoy está
achicharrada por la ola de
calor. Y lo hizo impulsado
por el instinto de
supervivencia de una
profesión ahogada por el
cierre de Canal 9. Corría el
año 2014 y aquello era
renovarse o morir; y fue
renovarse.
Todo comenzó con una
lluvia de ideas. Benjamín
Figueres y Milton Font, dos
hombres del cine y del
doblaje, se asomaban al
abismo de tener que cerrar
su estudio y decir adiós a
25 años de carrera.
Miraron al otro lado del
charco y atisbaron una
tabla de salvación: allende
los mares despuntaba una
industria inexplorada en
España; es más, crecía a un
POR SARA
POLO VALENCIA
esperanzador 20% anual.
El gigante Amazon hacía
gala allí de su propia
plataforma de audiolibros,
Audible –que por cierto
traerá a nuestro país el
próximo invierno– y
Figueres y Font arrancaban
aquí su propia aplicación,
una incipiente audioteca de
clásicos cuyos derechos
negociaban con los
traductores a puerta fría.
De aquello hace algo
menos de cinco años y
algo más de medio millar
de audiolibros, en un
estudio que rebosa
actividad pese a la quietud
estival. Kilohercios y
Decibelios arrancó una
industria que no ha hecho
más que crecer en un país
en el que, en cambio, el
32,8% de la población
reconoce que no lee
«nunca o casi nunca»,
según el Barómetro de
hábitos de lectura y
compra de libros de 2018
elaborado por la
Federación de Gremios de
Editores de España.
«No leemos porque no
tenemos tiempo, o porque
nos hemos ido hacia otras
formas de
entretenimiento», apunta
Maribel Riza, publishing
manager de Storytel, algo
así como el Netflix sueco de
los audiolibros. Dice Riza
que el 50% de sus usuarios
no había leído ningún libro
en los últimos 12 meses,
«eran lectores que ya
habíamos perdido». Así que
el audiolibro se presenta no
ya como alternativa a la
letra impresa, sino como
complemento para la
agitada vida moderna, en la
que eso de centrar la
atención en una única
actividad sin atender al
mundanal ruido es un lujo
casi inconcebible, máxime
para las nuevas
generaciones criadas en la
constante multitarea. Lo
confirman los datos: el 48%
de los audiolectores tiene
menos de 35 años y el 52%
de las escuchas se realizan
in itinere, en el transporte
público o en el coche
camino al trabajo.
Riza es el eslabón que
une a la plataforma con las
editoriales, así que ha visto
de primera mano cómo
crecía el interés de un
sector en plena sangría.
Penguin Random House, el
primer sello que apostó por
la literatura narrada, no
contaba ni 60 títulos en
Español en 2016; terminará
el año con alrededor de
1.000. Además de servir de
escaparate, Storytel actúa
también como productora:
«El retorno del audiolibro
está estimado en unos
cinco años ahora mismo»,
expone su publishing
manager, «es una inversión
a medio plazo que los
medianos o pequeños no
pueden asumir».
Storytel aterrizó en el
mercado español en
octubre de 2017 con su
sistema de suscripción con
tarifa plana mensual y su
combinación de estrenos y
clásicos de ayer y de hoy.
Pero mucho antes de eso,
mucho antes de que un
número creciente de
españoles (no dan cifras
regionales, pero acaban de
superar el millón de
suscriptores en todo el
mundo) se echaran un
libro a los oídos al bajar al
metro, Benja y Milton
sudaron tinta china para
demostrar que sí, se podía.
A principios de los 2000
habían hecho sus pinitos
con obras de autoayuda
que se editaban en casete o
en CD y que, recuerdan,
no tenían demasiado éxito.
Pero ahora tocaba otra
cosa, y con su app todavía
en pañales apuntaron alto,
más alto imposible, y
escribieron un mail a
Audible. «Y oye, pues sonó
la campana».
Allí estaban ellos, dos
valencianos enamorados
de la voz, sentados frente a
un jefazo de Amazon que
pasó de un desconfiado
«ojo, que esto no es
ponerse delante del micro
y leer» a un «hablemos de
números» con un ligero
vistazo al material que
habían grabado. «¿Queréis
trabajo? Pues toma»,
recuerdan ahora. «Nos
pidió 16 libros en un mes».
Traducción: 160 horas sólo
de grabación, con su
preproducción y su
postproducción, jornadas
de 24 horas en las que se
grababa por el día y se
editaba por la noche. «Con
la Pascua y las Fallas en
medio, pero lo hicimos».
Todavía les sale una risilla
nerviosa. Hoy todo ese
proceso, ya más estudiado
y con plazos algo más
humanos, representa el
60% de su volumen de
negocio.
Cada libro es un mundo y
cada historia implica unos
retos diferentes. Hay
autores como Fernando
Aramburu o Almudena
Grandes que eligen a sus
narradores, y otros que se
encomiendan a los
designios editoriales sin
prestar mayor atención.
Hay idiomas y acentos y
canciones y hay que
aprender a hablar como se
habla en ese pueblo, no vale
el de al lado. Hay
subordinadas y paréntesis y
frases de medio minuto.
Hay fórmulas matemáticas
y gráficas y hasta recetas de
cocina. Efectivamente, lo de
producir un audiolibro no
era, ya lo dijo aquel jefazo
de Amazon, ponerse
delante de un micro y leer.
«No se adapta nada»,
dice Milton Font, «la idea es
una traslación del texto al
audio de una manera
amena, como si alguien te
lo estuviera leyendo al oído
por las noches. Un poco el
concepto de tener un
amante lector». Un amante
lector como Germán Gijón,
¿recuerda?, con el que nos
acostábamos al principio
de este artículo. El que
narraba audiolibros entre
telenovela turca y
SILEN-
CIO, SE
ESCU-
CHA
ASÍ
NACIÓ
LA CRE-
CIENTE
INDUS-
TRIA
DEL
AUDIO-
LIBRO

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