El Mundo - 21.08.2019

(ff) #1
EL MUNDO. MIÉRCOLES 21

HOJA Nº (^26) AGOSTO DE 2019
D E V E R A N O
C I N E
como simple instinto de
supervivencia.
Un detalle más: se trata de
una perra. Sí, la amiga
inseparable es un can de
nombre Oveja y tan dolido
como el protagonista. «Hasta
el feroz animal/ susurra su
dulce trino», canta Violeta
para hacer ver lo que puede
eso llamado amor. Y la
creemos, claro.
«Mi propósito era hacer
algo completamente distinto
a todo lo hecho hasta ahora»,
explica el director de Gordos,
Primos o La gran familia
española para ahuyentar
malentendidos. Y sigue: «Es
una película sencilla y
sentida donde todo se hace
por primera vez. Siempre he
trabajado con el mismo
equipo, pues ahora no.
ella si quería». Nos
confirman que se siguen
hablando.
Y así, poco a poco, surgió
lo demás. Es decir, una road
movie en la que el
protagonista secundado por
su hermano mayor (Nacho
Sánchez) se lanzan al
mundo para buscar a la
perra y, ya puestos,
completar uno de esos viajes
que acaban con todo. Una de
las secuencias cruciales es
precisamente el momento en
que uno y otro, los dos
hermanos, comprenden que
tienen que dar el paso. El
pequeño no va a volver al
centro. No queda otra que
huir o, mejor, salir en busca
de lo que sea que se haya
perdido. «En esta escena»,
aclara Sánchez Arévalo, «hay
un tercer personaje, la
abuela. Todo discurre en un
espacio muy pequeño: en la
residencia de ancianos
donde se refugia el personaje
de Biel tras escaparse. Es ahí
MAÑANA
Jaume Balagueró
TITULO
‘Diecisisete’
DIRECTOR
Daniel Sánchez
Arévalo
¿QUÉ ES?
Se trata de la historia de un
chaval y un perro (o al revés)
que pelean por algo tan
evidente como quererse,
reconocerse, encontrar su sitio.
Cosas, en efecto, de la edad.
ORIGEN DE LA IDEA
El director vio una noticia
sobre terapia con perros
clavada delante del escritorio
de un amigo. Y, con permiso, se
la apropió.
Texto de trabajo.
Unas imágenes de
las páginas del
guión de trabajo
de la película
donde figura la
escena en la que
el protagonista y
su hermano
toman la decisión
de huir.
donde el espectador tiene
que dar el salto con los
protagonistas. Y por ello la
planificación meticulosa».
No es Sánchez Arévalo
partidario de pensarlo todo y
de estructurar cada plano. Y
menos en una película cuyo
libro de estilo obliga a la
naturalidad, a lo espontáneo.
«Lo que sí hago», se corrige,
«es ensuciar mucho los
guiones con garabatos.
Dibujo para explicar al
director de fotografía; dibujo
la noche antes del rodaje y
dibujo para olvidar lo
dibujado. Al final, lo que me
da vida es improvisar».
La película, que acudirá a
la sección oficial de San
Sebastián fuera de concurso,
avanza y por el camino
además de a Oveja
descubriremos a otro perro:
«Se llama Rata y tiene tres
patas», dice y sigue: «Algo
que creo que define la
película es que los perros no
son perros amaestrados para
el cine. Son chuchos de
perrera para los que el rodaje
ha sido una aventura
emocional. Su viaje real es el
de la propia ficción». Ahora,
están adoptados por familias.
Lo que se dice un final feliz.
Dice Violeta Parra que «el
amor con sus esmeros/ al
viejo lo vuelve niño/ y al malo
solo el cariño/ lo vuelve puro
y sincero». A los 17, claro.
RETRATO
DE
ADOLES-
CENTE CON
PERRO
EN
SERIE
Cambio de registro. Daniel
Sánchez Arévalo vuelve a la
dirección tras seis años
dedicado a la literatura y la
publicidad para ofrecer un
retrato intimista del paso a la
edad adulta. ‘Diecisiete’
estará en la sección oficial
del Festival de San Sebastián
Los Beatles juraron en I saw
her standing there que no
volverían a bailar con otra
nunca más. Y sólo porque
ella tenía 17 años («Sabes a
lo que me refiero», dice la
canción). Y Violeta Parra
estaba convencida de que
«lo que puede el
sentimiento/ no lo ha podido
el saber». Y ello porque un
buen día se decidió a volver
a los 17. Después de
cumplir un siglo, eso sí.
Diecisiete es el título con el
que Daniel Sánchez Arévalo
vuelve al cine. Y lo hace tras
seis años, que no 100,
dedicado a otros asuntos
más o menos lejos del cine:
escribir la novela La isla de
Alice, ser finalista del
Premio Planeta y rodar
publicidad. «Estoy naciendo
al cine», escribió en la
primera página del guión de
su nuevo trabajo para darse
ánimos. Y como declaración
de principios. Con
McCartney y con Violeta.
«No es mucho tiempo de
parón. Pero sientes una
sensación de fragilidad e
inseguridad. ‘¿Me acordaré
de montar en bici?’, me
decía. Entonces, hablando
con Elías León Siminiani,
escuché la frase que quería.
Me dijo que apenas llevaba
cinco películas y que, en
realidad, estaba naciendo al
cine. Y me quedé con ella.
Me relaja».
La película cuenta la
historia de un chaval de
exactamente esa edad. Con
todas las consecuencias:
todavía no es mayor edad,
todavía hay perdón para los
pecados. Se trata de un crío
interpretado por Biel
Montoro y en dura pelea
contra el universo. Como
todos, pero él más. Tras
ingresar en un centro de
menores, descubre a un
alma gemela. Alguien como
él apaleado, resentido y con
ganas de devolvérsela a un
mundo que o le ignora o le
castiga. Hasta que un día,
justo a las puertas de lo que
la burocracia llama edad
adulta, todo se desmorona.
Su compañera de fatigas se
va. Teóricamente, parte a un
lugar mejor. Y eso es bueno.
Pero cuesta aceptar que hay
lugares mejores que donde
uno cree estar bien. Y no es
tanto egoísmo, que también,
POR LUIS
MARTÍNEZ
Siempre he echado mano de
los mismos actores, pues
tampoco. Siempre he
construido tramas
abigarradas entre la comedia
y la tragedia y con mil
historias que se bifurcaban,
pues nada de eso. Esta vez
todo discurre con los pies en
la tierra, muy pendiente de
ese primer momento de
verdad, sin fijarse tanto en
los reflejos de la ficción». Es
decir, y en palabras de
McCartney: «Well, my heart
went boom».
Cuenta Sánchez Arévalo
que todo empezó como
suelen hacerlo estas cosas:
un poco por casualidad y
otro tanto por culpa de unas
obras en casa. Es así.
Digamos que el borrado del
gotelé lo llevó a casa de un
amigo, el también director y
guionista David Serrano. Y
allí, sobre el escritorio, vio
una noticia de 2012 clavada
en un corcho. El recorte de
periódico, eso era, hablaba
de una terapia con perros
para presos. «Nada más que
lo vi, saltaron las alarmas»,
dice. «¿Qué pasaría si en vez
de con adultos la historia
discurriera con menores? ¿Y
si fuera en la frontera justa
que separa a unos de otros?»,
recuerda. La historia fue
creciendo en la cabeza de
Daniel hasta que no quedó
otra que dar el paso
definitivo de jugarse una
amistad de años: no sólo
pedía refugio sino que estaba
dispuesto a quedarse con la
idea. «No hubo problema.
Me dijo que me quedara con

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