El Mundo - 08.08.2019

(Dana P.) #1
EL MUNDO. JUEVES 8 DE AGOSTO DE 2019
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OPINIÓN i


LEER, SÍ; pero leer qué, y con qué obje-
tivo. Las preguntas regresan cada vera-
no, cuando uno se ve con tiempo por de-
lante y la imaginación se excita con una
mezcla de bulimia y horror al vacío. En
la mente aparece una idea: podría orde-
nar mis lecturas. Podría hacer que se
ajusten a un plan. Podría incluso –susu-
rra entre dientes– rellenar lagunas. La
mayor parte del año, las decisiones sobre
qué leemos están al albur de las noveda-
des, los regalos, las recomendaciones. El
verano, por el contrario, nos sugiere que
podemos tomar las riendas de nuestro
destino, disponer una serie de seis o sie-
te libros (y por qué no veinte, susurra un
Gollum que no sabíamos que llevábamos
dentro) que respondan a una visión de
conjunto. Hacer que las lecturas dialo-
guen entre sí, que se prolonguen y am-
plifiquen, que compongan un Proyecto.
Y convertirse, de esta manera, en una de
esas personas que dicen cosas pedantes
y envidiables como «leí En busca del
tiempo perdido a lo largo de un verano»,
o «este agosto voy a leer todo Jane Aus-

ten». Aprovechar, en fin, para una larga
zambullida en algo importante, alguna
de esas lecturas o autores (y por qué no
movimientos enteros, tesoro) que uno lle-
va años diciendo que deja, precisamen-
te, para un verano.
Como suele suceder con los anhelos de
orden y coherencia, esta idea no tarda en
naufragar. El tiempo se echa encima an-
tes de que uno haya concretado su gran

plan, y al final se tira por lo más sencillo:
tratar las lecturas veraniegas como el co-
che escoba de aquello que no llegó a leer
durante el año. El desorden, lejos de desa-
parecer, se intensifica. Ahora uno pasa en
el espacio de pocos días de un libro de au-
toficción español de 2016 a una novela ru-
sa del XIX, y de ahí a una obra de teatro

británica de la posguerra. Los itinerarios
son inverosímiles: ayer estabas contando
kopeks y hoy estás comiendo sándwiches
de crema de cacahuete en la cafetería de
un instituto americano. Y esto no es serio.
A cambio, uno quiere pensar que hay al-
go en esta chirriante variedad, una cons-
tatación de la fuerza animal de la literatu-
ra, que busca tomar posesión de cualquier
tiempo y lugar. Uno quiere ver en ello ese

«orden desordenado» al que se refiere
Cervantes en boca de don Quijote; el que
hace que «el arte, imitando a la naturale-
za, la vence». Aunque, si esto no resulta
convincente, el desordenado siempre se
podrá refugiar en la máxima de Mary
Ruefle: alguien que lee un libro ya es una
señal de orden en el mundo.

VI AYER al Inescrupuloso al salir de la
audiencia con el Rey. A la que acudió
con una hora de retraso, por atender a
diversos compromisos electorales con
la que llama sociedad civil. Allí, ante
los medios, desgranó el que será su
primer mensaje de campaña: estas
elecciones nunca debieron celebrarse.
El Inescrupuloso no va a alterar su
naturaleza a la hora de los argumentos
y, sin mover más músculo que los
relacionados con la voz –siempre un
poco cansina: la única traición que se
permite ese hermoso aparato de
mentir–, dijo que habrá elecciones
porque la derecha impide que haya un
gobierno de izquierdas. De qué bárbara
derecha dispone España, ciertamente.
Como era de esperar, Sánchez se
apoderó también de las torpes palabras
del Rey del 4 de agosto («Es mejor
encontrar una solución antes de ir a otras
elecciones»), falseándolas a su impávido
antojo para asegurar («Como dijo el
Rey», se atrevió a decir) que los
españoles no quieren la repetición de
elecciones. Un alto, ejemplar e
improbable ejercicio de pedagogía
política consistiría ahora en que el Rey
convocase formalmente a los partidos
para una consulta precisa: cómo verían
que, dada la falta de acuerdo evidenciada

en la investidura, la búsqueda de otro
candidato que suscitara el apoyo de una
mayoría parlamentaria. Los españoles
comprobarían entonces cómo Sánchez se
negaba tajantemente a esa posibilidad,
argumentando que él ganó las
elecciones. Lo que les demostraría, a los
españoles, al Rey y a Sánchez mismo, la
obviedad de que evitar otras elecciones
no es la prioridad absoluta. La prioridad
es el poder y quién lo ejerce. Y Sánchez
no lo tiene, pero en su afán está el
tenerlo, y por eso ayer en Marivent dio
inicio formal a una campaña que
pretende reeditar el buen resultado que
obtuvo Rajoy de la repetición electoral.
Partiendo de un suelo superior y de la
descomposición que presagia de parte
del electorado del partido Podemos y de
Ciudadanos, Sánchez se ve cerca de la
mayoría absoluta o, al menos, de una
mayoría incontestable.
De modo que llegado a este punto,
Majestad, debo pedirle perdón por mi
apresuramiento y hasta por mi plebeya
ligereza al juzgar de torpes sus palabras
de la otra mañana. Por el contrario
estaban tocadas de una razón benéfica y
sutil. Realmente, es mejor encontrar una
solución antes de ir a otras elecciones.

El Rey


tiene razón


Sánchez dio inicio ayer a
una campaña que pretende
reeditar el buen resultado
que obtuvo Rajoy de la
repetición electoral

¡QUIA!


ARCADI
ESPADA

UNA GRAN parte de la derecha ha asi-
milado un concepto indisociable del mo-
mento actual, el de la guerra cultural.
Ello ha permitido a Vox encontrar un ni-
cho –y azuzar por añadidura a un PP re-
miso con Rajoy a guerrear nada– con
llamadas más o menos emocionantes a
la resistencia y el maquis, a vivir entre
fuegos de vivac, según decía Umbral,
como en una Sierra Maestra inversa.
Por ello, algunas arengas de Vox, literal-
mente con un morrión puesto, parecen
apelar a la melancolía que sufren cier-
tos españoles por haber sentido que vi-
vían en un tiempo en el que nadie les
trazaría ya con una espada una línea so-
bre la arena de una playa.
Siempre hay que temer lo que es ca-
paz de hacer un adulto estimulado con
emociones ideológicas nuevas. En el
menos dañino de los supuestos, sólo ha-
rá el ridículo. Pero esta guerra cultural
es global y terminó de consagrarse
cuando Hillary dio un sentido de perte-
nencia involuntario a los «Desprecia-
bles», que asumieron el término como

blasón igual que hicieron con el 1% los
moteros de Sonny Barger en los sesen-
ta –mira, ésta hubiera sido una buena
historia para el suplemento de verano–.
La guerra tiene la utilidad de discutir
una hegemonía moral socialdemócrata
que lleva rigiendo en Europa todo el ci-
clo del 45 –en España vino adherida al
mito fundacional de la Transición y su
hombre nuevo, que, inconcluso, sigue

siendo moldeado a golpe de prédica– y
de emancipar en parte a personas asfi-
xiadas por el puritanismo y el maccar-
thysmo de la corrección, que ya hace
tiempo que venía pidiendo ser desafia-
da. En la socialdemocracia ya se apre-
cia una reacción a esta guerra que pasa
por cultivar de modo obsesivo mitos de

la Guerra Civil de los que se pretende
una continuación de primera línea. En
Carmen Calvo, por ejemplo, esta pasión
es tal que ya sólo le falta llegar a una
rueda de prensa vestida con un mono y
con cananas cruzadas.
La guerra cultural de la derecha tiene
sin embargo un peligro que ya se ha vis-
to en la anécdota municipal de los prejui-
cios de la concejal de Aravaca Loreto

Sordo contra los cantautores Pastor, pa-
dre e hijo. Influidos por la narrativa béli-
ca y por cierto ambiente vengativo, los
experimentos de gobierno derechistas
detectan por instinto a rojos que han de
ser perseguidos. Sustituyendo así un sec-
tarismo por otro en la espantosa lógica
pendular del odio político a la española.

AL ABORDAJE


DAVID
GISTAU

Guerra


Leer sin orden


CIUDAD ABIERTA


DAVID JIMÉNEZ
TORRES

ANTAÑO, ser
periodista
consistía en
rellenar el «puto
folio», que decía
Umbral. Ahora se
trata de que tus
historias ‘funcionen’ a golpe de
‘clickbait’. Aunque la manipulación
no es una novedad, la exigencia de
tráfico y usuarios en los digitales nos
lleva a los periodistas a forzar los
enfoques. A veces incluso a retorcer
la realidad. Sirva de ejemplo la foto
adyacente. Casi todos los medios han
publicado, con éxito de audiencia,
que las autoridades de Bélgica
destruyen este puente para facilitar
el paso de grandes barcos. Pues no.
Lo que se está demoliendo son unos
arcos, adosados a un puente del siglo
XIII, que carecen de valor artístico y
arquitectónico. Basta rascar un poco
en las fuentes para contrastarlo.
Quizá el periodismo, y no solo los
puentes belgas, amenazan peligro de
derrumbe. RAÚL CONDE

EL APUNTE
GRÁFICO

Periodismo
en peligro de
derrumbe

NICOLAS MAETERLINCK / AFP
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