Bordados con Historia: relatos de artefactos textiles en la cuenca del Baker

(franvidalv) #1

Aperos al estilo “Eloísa”


Cuando no está en la casa, ni en la pieza del telar o en el
jardín, se puede encontrar a Eloísa en el galpón junto a su
querido “Alazán”, el único caballo de ese color que tiene en
el campo. Este luce una colección de aperos tejidos y borda-
dos, que ha hecho por amor a su compañero de andanzas y
aventuras montañosas. Esta maestra es de las pocas bordado-
ras que ha extendido su oficio textil para embellecer también
las piezas de “vestir” de su caballo. Elegantes motivos florales
han dado forma a artefactos únicos y de particular belleza.


Posando sobre el suave lomo del caballo y lista para recibir la
montura, está la pelera, tejida con lana de oveja blanca e
hilada a buen grosor por las propias manos de Eloísa. Por los
bordes se dejan ver flores bordadas que sobresalen con su
textura, acompañadas de coloridas lineas -entre violetas y
naranjos- que de seguro llaman la atención de otros jinetes.


Otra de sus creaciones es una cincha tejida en azul oscuro y
decorada con flores anaranjadas, objeto que abraza la barriga
del caballo y le da un toque aún más femenino a su cabalgar.
Los aperos culminan con unas maletas tejidas a telar que cuel-
gan a lado y lado de las ancas, con un coqueto copihue rojo
tejido por sus talentosas manos. Estas son usadas para trasla-
dar reservas como mate, pan y leche, para los trayectos más
largos y cansadores.


Desde pequeña, Eloísa se acostumbró a subirse al caballo,
incluso cruzó la frontera argentina-chilena en un largo viaje de
colonización con su familia. Nunca les tuvo miedo. “Iba a
buscar un animal que se había perdido y lo traía, y al papá le
gustaba mi ayuda. Un día venía contenta porque había halla-
do unos animales que me mandó a buscar y venía, trote que
trote, chiflando. Llegué y me dijo: ‘ahh, mi chiquilla, no ve que
me está sirviendo ahora’”. Probablemente, su padre jamás
habría imaginado que, a sus 88 años, sería una jineta de tomo
y lomo, ensillando y cabalgando sin dificultad para ir a super-
visar sus vacas mansas en los potreros.


Hay inviernos en que la nieve cubre el camino del campo y el
caballo es la única solución para subir a la carretera, hasta su
otra casa que se asoma junto al camino, también pintada de
color turquesa y decorada con sus bordados.

Sin importar en qué rincón de su campo, Eloísa y Hernán siem-
pre andan juntos. “Me acostumbré totalmente con él, que
dónde anda, si sale a trabajar, yo voy igual. La persona que yo
quiero es Hernán. Estoy acompañada con él y si algún día va a
faltar uno, yo no lo quiero ni pensar”, comenta feliz y agradeci-
da esta mujer cuya sabiduría se refleja en la intensidad de sus
palabras y en los textiles que evidencian los momentos que
componen los caminos de su vida.
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