“No, porque era muy buena para bordar, las cosas que
nosotros hacíamos las encontrábamos feas para regalár-
selas a ella. Miraba a mi mamá y encontraba que bordaba
muy lindo”. De niña, ella y sus hermanas, Luisa y Carmen,
se sentaban a bordar con la calma que ofrece la tarde en
el campo. Así, la práctica constante las ayudó a ir perfec-
cionándose en la técnica. Aprendían observando a su
mamá y “tratando de fijarnos en cómo lo hacía”, porque
ella solía decirles que no tenía tiempo para sentarse y
enseñarles.