No fue sino hasta que Marisol comenzó su propio hogar
junto a Nelson Gallardo, su marido, que sus bordados deja-
ron de ser hechos por encargo. A los 24 años bordó un
juego de fundas de almohadones y un pañito para tapar la
televisión. “Lo hice para mi pieza y mi matrimonio, especial-
mente para mi casa”. También hechos de retazos de tela de
algodón, estos bordados marcan una nueva etapa en su
oficio textil.
Hoy sigue bordando en un rincón especial de su hogar,
desde donde es posible observar la casa materna donde
comenzó todo. Allí, su jardín y sus puntadas cuentan nuevas
historias. Ahora ella también es maestra de quienes quieren
comenzar en este oficio, sobre todo de su hija Yara, quien
sigue sus pasos y la acompaña a bordar durante las tardes
de verano. Tal como hizo su madre con ella, Marisol celebra
las creaciones de su hija, y relata con orgullo la herencia
textil que ha ido construyendo a lo largo de los años.
El encuentro con el dibujo es parte también de esta nueva
etapa. En un sencillo cuaderno ha comenzado a dibujar,
desde la memoria, sus propios diseños de flores, retoman-
do así el linaje de puño y lápiz de carbón que aprendió de
doña Sofía.
Herencia textil