De “Como Un Hielo Flotando En
Aguardiente” Bohodón Ediciones 2009
RECICLANDO
Si estuviese borracho
bajaría a la lluvia
a sentarme en ese banco
frente al rio.
Por aprovechar el viaje
echaría en el contenedor verde
los poemas;
al amarillo los cristales agarrados
a los dedos, los tobillos, las muñecas
y en el de perecederos,
por no echar el cuerpo entero,
pulmones, hígado y cerebro,
donde estás más agarrada.
La pena, como no abulta,
intento dejarla, disimuladamente, en el suelo.
(Rezo porque no me siga)
TRAPECISTAS
Me pedía poco.
Lloraba.
Llorábamos los dos.
Salían billetes mojados de la lavadora.
Salían de su chaqueta negra.
Bebíamos cada día.
A veces en dos turnos.
Me pedía lo justo
y, aún así, no se lo daba.
Se nos pegaban las sábanas.
Se nos pegaban los periódicos;
las botellas de tinto;
las noches, unas con otras.
Se nos pegaban borrachos
en los bares más difíciles.
Se nos pegaba la ropa
a la piel caminando bajo el vapor de la nube que
permanentemente nos escoltaba.
Me pedía besos o insultos.
Salían a mirarnos.
En cada esquina salían.
Nos aplaudían.
Vivíamos en el trapecio.
Sólo por estar vivos deberían aplaudirnos.
A veces nos mirábamos con amor,
nos abrazábamos con exageración,
frente al garaje o en el ascensor,
como si fuese la última vez.
Y es que siempre lo era.
LA MESA DE SIEMPRE
Aunque esté vacía
hoy no me coloco en mi mesa de siempre.
Me siento en la de al lado
y observo con rencor, toda la noche,
lo que hacen los diferentes cabrones
que me han quitado el sitio.