Aterrizo sin problemas sobre un claro, al centro hay un frondoso arbusto. Rodeado
por otros tantos, fue el primero que noté por ser muy parecido al mío. Poco a poco
camino hacia él.
Asombrado veo masas de tierra flotando encima, ¡todo da
vueltas! De la nada aparecen unas pequeñas criaturas
como flores, ¡nunca las había visto! Tienen bonitos
colores, parecen tan delicadas. Vuelan sobre mí.
Como si me saludaran y se van posando sobre estas.
Escucho un gran estruendo, ¡me escondo! Es un ser
enorme de color azul, se parece a las ballenas que el personaje
de mis libros de niño veía en los suyos. Pero no observo océanos cerca,
está parece volar en el vacío. Junto a otras dos que
la acompañan, emocionado salgo a saludar.
¡Hola!, ¡Me escuchan!
Me miran y al ver sus ojos, ya no siento miedo.
Solo una gran paz. Como si nada en este lugar me
pudiera hacer daño. Nadie me había hecho un
regalo como ese.
No dijimos nada, pero, aun así, sentí tantas cosas
que con palabras nunca podré explicar.
Continué explorando, me hallé delante de un camino que a la
vez llevaba a un enorme cartel que decía:
¡Bienvenido al Planeta de los sueños!, ¡Donde todo es posible!
Detrás había un gran parque lleno de cosas increíbles. En mi vida había visto nada
igual. ¡Estaba repleto de personas, parecían tan distraídas! Sus risas eran
contagiosas y el brillo en sus ojos como el de las estrellas.
Les pregunté si en ese sitio podría encontrar una llama capaz de encender mi sol.
Estaban tan absortos en sus cosas que nadie pudo decirme.