—¡No, no!... ¡Morgan! ¡Lo siento! —Sam se acercó a él
extendiendo la mano—. Estaremos juntos en esto. Confía en mí.
Ambos sonrieron y se dieron un apretón.
—Está bien, Samuel. Confiaré en ti.
—Ahora ve a ducharte. Yo hablaré con una amiga. Ella llevará a mi
abuela a un lugar seguro.
—Buena idea.
Pasaron diez minutos. Morgan miraba desde la ventana cómo
Samuel se despedía de una mujer vestida de enfermera. Esta ayudaba a
subir a su abuela en una furgoneta. Una vez hecho eso, Sam regresó a su
habitación y se sentó en la silla con rueditas para deslizarse hacia la
computadora.
—Las coordenadas indican que el lugar no se encuentra muy lejos
de aquí. El sitio está a unas treinta calles.
Pulsó un botón de sus lentes transparentes, y al instante salió
proyectado un mapa holográfico.
—¡Vaya! ¡¿Y eso?! —preguntó Morgan asombrado.
Samuel señaló los anteojos y respondió sin presumir.
—¿Esto? Es un dispositivo que inventé hace un tiempo, con él
puedo escanear una zona y guardarlo en una base de datos. Su principal
función es guiarme a cualquier sitio al que me dirija. Es un proyecto que
inicié, y de hecho también es la razón por la que recibí una beca en Doctan.
››Actualmente tengo mapeada toda la isla de Paronia, así que lo uso
para verificar el tráfico y moverme libremente. Gracias a esto salté varios
grados, y en la universidad me dijeron que mi invento podría tener una
aplicación militar, por eso no dudaron en becarme.
Morgan no paraba de halagarlo, y apenado, Samuel tuvo que desviar
el tema.
—Como sea, debemos irnos.
Él comenzó a guardar varias cosas en su mochila y luego bajaron de
la habitación. Ambos llevaban pantalones negros y sudaderas encapuchadas
del mismo color, las cuales cubrían efectivamente sus rostros. Con mucha
prisa comieron de lo que había en el refrigerador, pero mientras lo hacían
sonó el timbre de la casa. Los dos se miraron asustados todavía con la