Morgan despertó súbitamente. Él, asustado, apartó a Samuel de sí y
de inmediato se dispuso a palpar su cuerpo, buscando la herida del plasma.
Morgan miraba confundido y muy aturdido el interior del vehículo.
—¡¿Dónde estoy!?... ¿¡Y el detective Cleman!?
—¡Morgan! ¡Cálmate! ¡Soy yo!... ¡Sam!
—¡Sam!... ¡Amigo! ¡Estás a salvo! —Este lo abrazó con fuerza—.
¿Dónde estamos? ¿Q-Qué ocurrió? ¿Yo... me volví a desmayar? ¿Quién
es... Farac?
Los ojos de Morgan volvieron a tener vida y sensibilidad. Incluso su
cuerpo volvió a normalizarse. Él miró aterrado a Samuel, sospechando que
algo malo había sucedido.
—Morgan. —Sam hizo una pausa—. El detective Cleman... murió.
—¡¡¿Qué?!! ¡¿De qué hablas, Sam?! ¿¡Robert Cleman murió!? —
Morgan estaba estupefacto—. ¿¡Cómo!? ¡¿Qué sucedió?! ¿Có... Cómo
llegamos hasta aquí?... ¡¡Yo ni siquiera sé conducir!!
Samuel estaba apurado.
—Logramos escapar, pero es cuestión de tiempo para que nos
encuentren. Por favor, cambiemos de lugar. Yo conduciré.
Con el rostro serio, Sam bajó del vehículo y le pidió que pasara al
asiento del copiloto.
—Morgan, tengo mucho que explicarte, de hecho, ¡ni yo mismo
termino de entenderlo!... pero creo que ya puedo asimilar lo que te está
sucediendo.
Él pulsó un botón de sus lentes y fijó una ruta en el mapa
holográfico.
—Algo me dice que si vamos a ese sitio encontraremos respuestas.
Solo faltan cinco calles. ¡Sujétate!