EUMARIA

(AV) #1

Todos ingresaron a la habitación y rápidamente se cerraron las
puertas del ascensor. La segunda entrada también se selló, convirtiéndose
en un estante de libros común y corriente. Los tres quedaron bastante
asombrados al ver el mecanismo.


—Chicos, bienvenidos a mi oficina —dijo Boldort con orgullo.
La habitación era de catorce metros cuadrados, y seis metros de
altura. Sus paredes y el techo eran de color gris claro. El piso estaba
completamente cubierto por una inmensa alfombra roja con diseños negros
y dorados. En la pared por donde habían ingresado, además del librero del
centro, también colgaban cuadros artísticos y fotos de todo tipo.


Al lado del estante de libros reposaba un sofá alargado de color
negro, y en la pared izquierda se encontraba una vitrina marrón que
contenía botellas de distintas clases de rones y vinos. En ese mismo muro se
hallaba una puerta de color bordó, la cual daba acceso al pasillo del edificio.


A la derecha del salón no había ninguna pared, en vez de eso se
extendía una inmensa ventana polarizada que cubría por completo la
oficina. La ventana era transparente por dentro y azul por fuera, ya que
reflejaba el color del cielo. Desde esa altura ellos podían ver gran parte de
la isla y el mar color turquesa que se expandía en el horizonte.
En la pared central se encontraba un enorme cuadro con la pintura
de un hombre viejo. Este tenía el cabello, la barba y los bigotes dorados,
poseía además un traje tan elegante como el de Boldort. Frente a la pintura
se hallaba un escritorio de color negro, el cual contaba con una pantalla
holográfica que brotaba desde su superficie.


El mueble contenía diversos objetos, algunos muy tecnológicos y
otros más antiguos; entre los cuales se veía un mapa de la nación, justo al
lado de un globo terráqueo completamente celeste, el cual tenía una
pequeña zona marrón que llevaba el nombre de Eumaria.


—Chicos, aquí no hay cámaras así que pueden desactivar sus
cascos.


Los tres pulsaron sus respectivos botones y dejaron al descubierto
sus rostros. Todos observaban con asombro la ostentosa habitación. Tanto
Morgan como Esmeralda manifestaban cierta cautela en sus miradas. A
Samuel, en cambio, le brillaban los ojos de la emoción. Él corrió en
dirección a la inmensa ventana y apoyó ambas manos sobre ella.

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