—Fra... Francis ¿Quién es esta persona? —preguntó Magnus
mientras miraba al hombre que yacía en la carrocería de la furgoneta.
El sujeto estaba atado de pies y manos, intentaba hablar, pero Návila
le había puesto un pañuelo en la boca. Tenía el cabello dorado y su aspecto
era el de un hombre de cuarenta años. Vestía un traje elegante de color azul
oscuro, una corbata roja y zapatos negros. Él la miraba con lágrimas,
mientras que ella lo observaba con indiferencia.
—Esta basura es el gobernador de Krama. —Caluti lo pateó en el
abdomen. El sujeto tosió con dificultad—. Hace unos meses pedí a mi
asistente que se postulara para ser su empleada.
››El nombre de esta rata es Ernest Raxán, y al parecer le gustan las
bellas jovencitas. Por esa razón, Návila no tardó mucho tiempo en ganar su
confianza y en simpatizar con sus allegados.
—Pero... ¿Por qué lo secuestraste? —preguntó el doctor,
confundido.
—Porque este idiota es el que más se asemeja a mi contextura física.
—N-No lo entiendo, Francis.
—Ya lo entenderá, doctor Magnus. —Caluti le sonrió unos
segundos. Luego, mirando fijamente a Návila, añadió—: Niña... ¿Lo
trajiste?
—Sí, señor —afirmó ella tomando una caja metálica.
En su interior había varias cosas, entre ellas, una máscara, un
auricular inalámbrico con un micrófono integrado, y una peluca dorada.
Návila dijo: señor Caluti, tal como lo pidió..., esta máscara posee la
apariencia exacta del gobernante Ernest. Nadie notará que se trata de usted.
Además, en el laboratorio hemos desarrollado un emulador de voz. Tome...
La mujer cogió un pequeño aparato negro y puntiagudo, y luego se
lo extendió al magnate.
—Señor, debe aplicárselo en el cuello encima de la tráquea. Esto
alterará sus cuerdas vocales y le cambiará la voz.
Caluti lo agarró, se inyectó a sí mismo sin titubear y tosió por unos
segundos. Él, con el rostro sonriente, dijo: ¿notan algo distinto?
Magnus quedó atónito al escuchar la nueva voz de Caluti.
—Es perfecto, señor —afirmó Návila.