—¡¿Y qué hay de las bombas?! —gritó Kun bastante enojado.
—Hmmm, sí... las bombas. — El magnate se reía con mayor
vehemencia—. Bueno, si bien es cierto que ustedes las tienen en sus
cuerpos..., mentí cuando dije que también había una dentro de mí.
—Si lo que dices es verdad, ¿por qué no nos has matado todavía? —
preguntó Lu con escepticismo, luego agregó—: ¿Por qué no pulsaste el
interruptor?
—Porque quiero darles un último regalo. Tal vez, si se enteran de la
verdad que esconde la gente de esta isla..., ustedes decidirán volver
conmigo.
Lu seguía dudando, pues para él no tenía sentido el comportamiento
del magnate. El chico se decía para sus adentros.
¿Por qué Caluti hace esto? ¿Por qué nos revela lo de la bomba
falsa? ¿Eso no lo dejaría en desventaja?... Sabiendo ese dato, nosotros
podríamos atacarlo mientras esté distraído... ¿Qué es lo que pretende?
Acaso él...
El gemelo abrió más los ojos, como si por fin entendiese la
situación.
Ya veo..., Caluti nos subestima; cree que no somos capaces de
matarlo, para él es irrelevante que sepamos o no lo de las bombas. Es un
maldito arrogante, pensó finalmente.
Morgan frunció el ceño y ordenó a los chicos a que activaran sus
cascos con el endurecimiento de sus trajes. Los tres lo hicieron de
inmediato. Él también activó el suyo, pero debido a su pelea con Kun, su
traje blanco estaba rasgado en la zona del brazo derecho. Todos parecían
preparados para luchar, sin embargo, el magnate metió la mano en su
bolsillo y sacó un interruptor pequeño.
—¡No se atrevan a hacer un solo movimiento! ¡De lo contrario
oprimiré este botón y los cuatro morirán inmediatamente!!
Los jóvenes se quedaron quietos cuando vieron el interruptor en su
mano. Caluti levantó el brazo.
—Mis oficiales recogerán a la gobernante Celia y la traerán hacia
mí. ¡No hagan ningún movimiento extraño!