EUMARIA

(AV) #1

Treinta minutos antes de que Samuel y los demás hayan visto los
misiles despegar y destrozar los edificios, Caluti estaba limpiando con un
pañuelo las manchas de sangre que había en su traje. Después de hacer eso,
miró fijamente a la cámara.


—¡Ciudadanos de Paronia!... ¡Hoy es el día de purgar esta isla por
sus pecados presentes y pasados!


Él extendió ambos brazos y en su rostro se notaba una sonrisa
maniática.


—¡Y a ustedes, pigmentados de todas las regiones!... ¡¡A ustedes les
declaro que seré su nuevo emperador!! ¡¡Les otorgaré derechos que nunca
antes habían tenido, y les devolveré las vidas pacíficas que alguna vez
gozaron sus ancestros!!


Mientras decía esas palabras, miles de pigmentados se enlistaban y
formaban distintos grupos armados. Para ese momento, ellos ya habían
quemado y destruido algunas instituciones gubernamentales en sus
respectivas ciudades. Incluso unieron fuerzas con todos los policías y
soldados pigmentados.


La mayoría de los agentes policiales y militares de esas regiones,
eran simples subordinados de comandantes y superiores sureños, es decir,
se sometían a jefes con el cabello y los ojos de color marrón o negro.


A los del norte ya les parecía extraño que nunca ningún cadete
pigmentado podía ascender de rango, aun por mucho que este se esforzara.
Caluti era consciente de esa realidad, así que usó ese dato a su favor.


—¡En mi gobierno ya no habrá más discriminación institucional
hacia los pigmentados! ¡Todos recibirán el mismo trato!... ¡No! ¡Será
incluso mejor! ¡Desde ahora las personas del sur serán los subordinados!


››¡Y cualquier pigmentado, solamente por el hecho de serlo, recibirá
automáticamente cargos superiores en los diferentes ámbitos!
El magnate comenzó a toser y a tocar la zona de sus costillas,
entonces la periodista se acercó para asistirlo; al hombre ya le estaba
afectando el golpe que Lucas le había dado. Caluti intentó disimular el
dolor, pero su cuerpo ya no aguantaba.


Al escuchar su discurso, Lu frunció el ceño y dijo: lo que el señor
Caluti dice... es una contradicción en toda regla.

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