Ella miró el suelo con el semblante melancólico después de callar
por unos segundos.
—Mi deber es mantener a salvo a esos jóvenes... Esa es la misión
que me encomendó el señor Caluti.
—¡Oye, maldita perra!... —Esmeralda se veía bastante enojada—.
¡Parece que se te olvida que ya no trabajas para ese enfermo!
—¡Vamos!... No sean tan duros con ella —La defendió Belton,
quien, sintiendo empatía por la mujer, agregó—: Návila solo intenta ser
amable.
—Tú no durarás mucho con esa tonta ingenuidad, policía estúpido
—dijo Esmeralda con el ceño fruncido.
Belton la miró con miedo mientras que ella siguió hablando.
—No llegué hasta aquí con vida por confiar ciegamente en las
personas.
—La chica tiene razón —afirmó Cleman mirando en dirección a
Sam, luego comentó—: Aunque..., supongo que siempre hay una excepción
a la regla.
—¿A qué se refiere, detective Cleman? —preguntó Sam.
Esmeralda se sonrojó al entender la indirecta, así que intentó
cambiar de tema rápidamente.
—¡I-Iré a la sala de operaciones! Buscaré más información sobre
esta fábrica y su historia con Caluti. Sé que el idiota de Boldort me habrá
ocultado más cosas.
—Esmeralda... —Samuel la miró fijamente—. ¿Por qué tu cara está
roja?
Ella lo ignoró claramente avergonzada, y luego observó a Návila.
—Oye, esclava, tú quédate aquí con Sam y pídele a Sully que
cocine algo para él. —En ese momento miró a los agentes—. Y ustedes, par
de idiotas, pueden acompañarme... Quizás me sirvan de algo, especialmente
tú, detective Cleman.
Mientras estos la seguían por los pasillos, Belton habló en voz baja.
—Robert, ya me estoy cansando de la actitud de esta niña... ¿Por
qué no nos vamos de este lugar?