El clima tropical de Gani era muy agradable, a pesar de que esa
mañana había mucho viento. Atrás de ellos se proyectaba la gran ciudad;
con sus edificios y demás ostentosidades. Al costado izquierdo, como a
unos cincuenta metros, se ubicaba el puerto con sus barcos y lanchas
navegando en todas las direcciones, a excepción de la isla Paronia.
—Tu padre tiene razón, Abigail... —La mujer abrió uno de sus
bolsos y les extendió unos bocadillos y refrescos—. Tomen, deben tener
hambre.
—Gracias, mamá —dijo Abi.
Cloe miraba confundida el mapa que tenía en la mano.
—No lo entiendo, según este mapa, en este sitio debía haber una
especie de garaje, pero... no veo nada.
—Mi princesa, primero come algo... y luego continuaremos
buscando, ¿vale? —Le recomendó Zilak sentándose al lado de su esposa.
—Está bien, padre —contestó ella guardando la carta.
La chica se sentó en el otro banco al lado de Abigail. Todos
comieron en silencio mirando el mar. De repente, Cloe frunció el ceño y
miró hacia el horizonte.
—¿Eso que veo a lo lejos es... humo?
—Sí, posiblemente es de Paronia —contestó Zilak.
—Ahora que lo pienso... —La señora Susan miró confundida a su
esposo—. Querido, ¿no te parece raro que por aquí todo esté a la
normalidad?
››Ya no hemos recibido ninguna noticia de Limaria o de Lamkar, y...
¿Recuerdas cómo nos regañó ese policía cuando le preguntamos sobre el
conflicto?
—Sí, querida, aquel agente nos advirtió que no estuviéramos
propagando rumores de guerra... Todo es muy extraño.
—Mamá, papá, miren esto... —Abigail pulsó en su pulsera y se
proyectó una pantalla holográfica—. No se los había dicho, pero ahora
podemos ver en la red todo lo que pasa en las regiones del sur, sin
embargo..., no publican nada sobre las ciudades del noroeste; es como si ya
no les importara.