Morgan volteó casi sin fuerzas, y al hacerlo, vio como a cien
soldados apuntándolo.
—¡Se acabó! ¡Ustedes perdieron! —El hombre uniformado estaba
muy confiado y sonriente—. ¡Caluti diseñó unas balas especiales hechas de
grafeno! ¡Nos pidió que lo usáramos en el peor de los casos!
››¡Ya no tienes escapatoria, mocoso! ¡Estás débil y te superamos en
número!... ¡Además, nuestros refuerzos están en camino!
El chico ya no podía moverse. Tenía el ceño fruncido y el casco aún
activado. Él sabía que sería su fin si los soldados disparaban, entonces
inclinó la vista y miró a Kun, luego le sostuvo la mano con una sonrisa.
—Será un placer morir a tu lado, amigo..., pronto estaremos con
Sam.
—Nuestras balas de grafeno son limitadas —explicó el militar muy
contento, quien, cambiando el cartucho de su arma, agregó—: Solo tenemos
una bala por cada soldado. Así que... ¡Soldados!... ¡Cambien proyectiles de
grafeno!
Todos obedecieron. El hombre continuó.
—¡Preparen!... ¡Apun...
Una ráfaga de balas cayó desde arriba, matando a cada uno de ellos.
Fueron unos drones que habían sobrevolado con armas de fuego en sus
brazos metálicos. Morgan quedó sorprendido al ver que esas máquinas lo
habían salvado. Él desactivó su casco cuando vio caer al último de los
soldados. Este se recostó al lado de Kun con la poca fuerza que le quedaba,
entonces lo miró.
Cabello de sangre, no puedo creer que también tú..., pensó el
limario. Este cerró lentamente los ojos mientras veía la silueta de Lucas
acercarse hacia ellos.
—¡¡Maldita sea!!... ¡¡Kun!! —gritó el gemelo llorando
desconsolado. Luego miró a Morgan, y exclamó—: ¡¡Morgan!! ¡¡¿Qué
diablos ocurrió?!!¡¡Demonios!!... ¡¡Te sacaré de aquí!!
Lucas tomó la triste decisión de dejar atrás al pelirrojo, entonces
cargó en su espalda al limario, quien se desmayó mientras escuchaba unos
sonidos extraños provenientes del cielo.