Todos aplaudieron ante las palabras del magnate, a excepción de los
tres jóvenes, quienes todavía se mostraban incrédulos ante la situación.
—Ahora, por favor... —El doctor Magnus hizo señas a los chicos—.
Necesitaré que ustedes tres se acerquen a esta camilla para que podamos
aplicarles la sustancia. Les prometo que es inocuo y no tiene efectos
secundarios.
—Como si el dolor me importara —dijo Kun secamente
acercándose a la camilla.
—Bien. Así se habla, muchacho —expresó Caluti con una sonrisa.
Uno de los médicos inyectó un líquido espeso de color lila en la
nuca de Kun, sin embargo, el pelirrojo ni se inmutó. El magnate sonrió aún
más satisfecho. Luego miró a Lucas y le hizo señas con la cabeza para que
él fuera el siguiente.
—No quema, ¿verdad? —preguntó el gemelo caminando despacio
hacia la camilla y con cierto temor.
—Mmm ¡No seas miedoso! —susurró Lu empujándolo suavemente
por la espalda.
Él se reía de su hermano con ternura. Eso llamó la atención de Kun,
quien tímidamente se acercó a Lu.
—Oye... —dijo Kun con vergüenza, mirándolo por el rabillo del ojo.—¿Sí? —preguntó Lu con una suave voz mientras veía cómo a unos
metros Lucas se estaba resistiendo a los médicos.
—Respecto a lo que dije hace un momento... —Kun tragó saliva—.
Perdón. Lo cierto es que no soy muy social... Espero que no te hayas
molestado.
A él se le enrojeció el rostro después de decir esas palabras; era la
primera vez que se disculpaba con alguien. Cuando Caluti lo adoptó, Kun
siempre hizo las cosas a su manera. Aunque fue un gran avance el hecho de
que ya no necesitara los auriculares para aplacar su ira, también era
admirable que intentara interactuar con alguien además del magnate.
—¡Oh! ¿Eso? No te preocupes —contestó Lu, quien, apoyando su
mano sobre el hombro de Kun, agregó—: También es la primera vez que
conozco a alguien tan peculiar como tú.