El Mundo - 18.03.2020

(sharon) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2020
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OTRAS VOCES
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CARTAS AL DIRECTOR Los textos pueden enviarse por correo electrónico a [email protected] o por correo postal a la Avenida de San Luis, 25. 28033, Madrid. No excederán de 20 líneas y EL MUNDO
se reserva el derecho a refundirlos. No se devolverán originales. Las cartas deben incluir el número del DNI y la dirección del remitente. EL MUNDO podrá dar contestación a las cartas dentro de la misma sección.

Agradecimiento
a EL MUNDO^

Sr. Director:
Después del fallecimiento de
nuestro padre, nos encontra-
mos con que, sin ninguna co-
municación, la Seguridad So-
cial retiró 12.639 euros de su
pensión por un error en el re-
gistro de la fecha de defun-
ción, dejando en negativo la
cuenta que compartía con
nuestra madre. Nuestros in-
tentos durante un mes para
que la Seguridad Social devol-
viera tal cantidad no dieron

resultado y fue a raíz de que
el EL MUNDO se hiciera eco
de nuestro caso cuando se
consiguió una respuesta posi-
tiva para nosotros y la Seguri-
dad Social rectificó su error.
Nos hacemos muchas pre-
guntas sobre lo que nos ha
pasado, y de los errores que
se cometieron, pero realmen-
te con esta carta lo que quere-
mos es agradecer al periódico
el haberlo hecho posible en
tan solo una semana, cuando
nosotros llevábamos ya un
mes sin conseguirlo y, por la
información que teníamos, no

parecía que se fuera a resol-
ver a corto plazo. Sin duda
nos ahorraron más quebrade-
ros de cabeza y preocupacio-
nes de las que ya teníamos.
Entendemos la importante
labor que representa la pren-
sa para una sociedad libre y
plural, en su labor de informa-
ción general a la sociedad, pe-
ro agradecemos infinitamen-
te que nuestro caso particular
haya podido contar con el
apoyo tan fructífero de EL
MUNDO y del periodista Da-
niel Viaña. Familiares de
E.D.Q. Correo electrónico.

Ahora sufrimos
otro tipo de estrés

Sr. Director:
En estos días de confina-
miento en casa me he podido
dar cuenta de que hemos pa-
sado del estrés que teníamos
en nuestro día a día –bien
con el trabajo o bien con los
estudios– a tener un estrés
por no arrastrar esas obliga-
ciones que teníamos tan
arraigadas en nosotros. Ha
llegado el momento de hacer
todas esas cosas que íbamos
aplazando por falta de tiem-

po y ponernos cada día una
meta que tenemos que con-
seguir. No debemos caer en
la desidia y dejarnos llevar
por el aburrimiento. Natalia
Sánchez. Correo electrónico.

La Liga debe
suspenderse
Sr. Director:
En las actuales circunstan-
cias, provocadas por la emer-
gencia del coronavirus, no
tendría sentido que se reanu-
dara la Liga de fútbol cuando
se levante el estado de alar-

ma. Hay equipos afectados y
un parón en la competición
que hace mella. Antonio Pé-
rez. Correo electrónico.

Fe de errores


El pasado sábado se publicó
en LOC un artículo sobre Ja-
vier Ortega Smith y su posi-
tivo en coronavirus. En un
pie de foto se decía por error
que las imágenes del diri-
gente de Vox junto a su ma-
dre eran de «ayer viernes»
cuando en realidad corres-
pondía al lunes 9 de marzo.

SI ACEPTAMOS que de los buenos senti-
mientos no nace buena literatura, también
habrá que observar cómo la literatura más
alta –de los griegos a Shakespeare, de Cer-
vantes a Dickens o Galdós– es inseparable
de una piedad fundacional. Malparada en
sus connotaciones, poco mencionada entre
nosotros, la piedad, sin embargo, es la mi-
rada que –al afianzar la igualdad radical de
los hombres– ha-
ce posible la justi-
cia. Por supuesto,
como sabía
Hobbes, no nece-
sitamos muchas
más pruebas para
asumir nuestra
igualdad que
nuestra capacidad para matarnos los unos
a los otros. Pero la piedad, en último térmi-
no, según escribe Jiménez Lozano, «cuenta
como una categoría del mero conocer la
realidad». Y en este sentido de la desgracia
y de la piedad se incluye también la presen-
cia de la alegría y la ironía a pesar de las
evidencias del mal en la Historia. «Para
destruirlo, en lo posible. Y, desde luego, en
homenaje de las víctimas». Externalidades
de la piedad versus Hobbes: Brodsky acep-
ta el Nobel y proclama que para un lector
de Dickens siempre será más difícil dispa-
rar a su prójimo en nombre de una idea.
Crecida al calor de la meditación sobre

un siglo XX en el que el hombre no dejó de
alzar su mano contra el hombre, la literatu-
ra de José Jiménez Lozano tiene su venero
en una piedad que lo hermana con tantos
escritores de carga existencial –de los rusos
a Simone Weil, de Santayana a Kierke-
gaard–, y que se ha sustanciado en una
atención particular a la defensa de la per-
sona y su libertad frente a la arbitrariedad
y el abuso del poder. Por eso han pasado
por sus páginas moriscos y judíos, resisten-
tes contra el nazismo y el comunismo: hitos
en la historia de la tolerancia y la libertad
humanas. En un escritor de hondísimo
hontanar cristiano como ha sido Jiménez
Lozano, no podía sino ocupar un papel cen-
tral esa capacidad revolucionaria de la pie-
dad y la igualdad, sustanciada en la tole-
rancia y la libertad aludidas.
Al modo del junco pensante de Pascal,
valioso por la conciencia de su debilidad, la
resistencia del alma individual frente al po-
der despótico nos hace ver cómo la verdad
–según escribió el abulense en El narrador
y sus historias– siempre ha aparecido en el
mundo como desgracia e irrisión. Se hace
imposible no pensar ahí en el Ecce Homo,
en el Cristo expuesto y disfrazado burles-
camente de rey tras ser azotado, pero tam-
bién en tantas otras víctimas: antaño pudie-
ron ser las víctimas de los totalitarismos del
siglo XX, tantos heterodoxos recogidos en
Los cementerios civiles, las monjas de Port-
Royal ante el absolutismo de un monarca.
En la «Europa post-todo», todavía, se trata
de resistir al hecho de que «la persona hu-
mana ha sido rebajada y minimizada a una
sola dimensión: la de su condición ciudada-
na», lo que «significa que el hombre no tie-
ne sino una naturaleza política, y por eso
cuenta. No como persona ni como hombre.
Hombre y persona quedan confiscados y
socializados por la política».
No es casual que Jiménez Lozano se es-
trenara, ya tardío, con meditaciones sobre
la libertad religiosa en tiempos del Vatica-
no II, y es por su atención nuclear al tema
que importó no pocas lecturas ajenas al ca-
non español, ante todo las referentes a la
historia del jansenismo y la ya aludida aba-
día de Port-Royal. Su puro genio literario
–tan fácil de soslayar frente a su hondura–
llevó esta resistencia del espíritu a una no-
vela tan fascinante como la gatopardesca
Historia de un otoño o a una de sus obras
mayores, excéntrica y personalísima como
tantas de las suyas, y quizá no tan recono-
cida como debiera: Retratos y naturalezas
muertas, donde ahondará también en la es-
tética de la desnudez y el desasimiento que
ya había tratado en su deslumbrante Guía

espiritual de Castilla al hablar de la espiri-
tualidad cisterciense. Su misma poesía es
también una poesía despojada de todo
cuanto no sea celebración de los consuelos
de la belleza del mundo o una glosa, con
sonrisa melancólica de Demócrito cristia-
no, de las locuras de la edad. Algo de testi-
monio de esas locuras tendrán también sus
diarios, donde la gravedad siempre es com-
patible con el calor de una inteligencia
afectuosa. En todas estas obras Jiménez
Lozano se inscribe en la gran tradición eu-
ropea y –desde su mínimo cenobio en Alca-
zarén– dialoga con ella hasta que el pasado
ilumina el presente. Hemos tenido, sin du-
da alguna, a un maestro entre nosotros, a
la misma distancia del mundo de un Mon-
taigne o un Leo-
pardi, «in angulo
cum libro», en
una soledad elegi-
da que redundó
en una obra fe-
cunda y una escri-
tura libre, tan fa-
miliar con las ver-
dades del campo como con las erudiciones
de los clásicos. En algunos momentos par-
ticularmente epifánicos se juntan ambos
saberes con naturalidad de maravilla, como
al hablar de las rastrojeras de octubre o de
las estrellas en el cielo antes de la Navidad.
«Algún día, la debilidad retumbará en el
tiempo»: si la verdad aparece en el mundo
«como debilidad y desgracia», algo dice de
lo humano que en su hondón ese dolor –co-
mo escribía Daniel Capó estos días– no re-
presente la última palabra. Porque no sólo
hay una «pequeña bondad humana» inerra-
dicable, sino una esperanza que es «lo que
nos constituye como hombres más que nin-
guna otra cosa», y que afirma asimismo
«esa igualdad radical del género humano».
Jiménez Lozano habla de las risas de los
verdugos cuando las víctimas entraban en
la cámara de gas en la confianza de que
sólo era una ducha. Sí: siempre habrá
quien juegue con esa esperanza o se ríe de
ella, pero esa esperanza seguirá ahí, «inclu-
so machacada o reducida al absurdo», y so-
lo ella es capaz de empujar la Historia.
Es, como la de Abraham, una esperanza
contra toda esperanza. O como «la indes-
tructible esperanza del almendro que se
obstina milenio tras milenio en ofrendar su
flor, aunque será casi siempre amortecida
por el hielo».

Ignacio Peyró es director del Instituto Cervan-
tes de Londres y escritor. Su próximo libro es
Ya sentarás cabeza (Libros del Asteroide).

Hemos tenido a un maestro
entre nosostros, a la misma
distancia del mundo de un
Montaigne o un Leopardi

El autor reivindica la


literatura del recientemente fallecido Jiménez


Lozano, de quien destaca su obra fecunda y su


escritura libre, «tan familiar con las verdades del


campo como con las erudicciones de los clásicos».


A FONDO iREFLEXIÓN


José Jiménez


Lozano:


historia de


una piedad


IGNACIO PEYRÓ


Tiene su venero en una
piedad que lo hermana
con tantos escritores de
carga existencial
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