CAPÍTULO 3 - JESUCRISTO Y LOS PROFETAS..................
La vida de Jesús.............................................................
Me resulta lamentable ver como todavía hoy en día la gente es inca-
paz de saber comprender la verdadera naturaleza de Jesús, pues él
era un hombre como los demás, pero dotado con el don de ver y
comprender aquello que los demás no eran capaces, esto por supues-
to no le convertía en un ser divino como la iglesia nos quiere hacer
creer, pero sí en un hombre excepcional.
Lo cierto es que después de su muerte a manos de los romanos, los
apóstoles pensaron que si no contaban a la gente una historia de su
vida semimágica el sacrificio de Jesús sería en vano, por ello inven-
taron de común acuerdo las fantasías sobre su nacimiento de una
virgen, la estrella de belén o los milagros, todo ello completamente
falso. Lamentablemente la gente suele reaccionar con indiferencia
cuando se les habla de las verdades espirituales o de la salvación del
alma, sin embargo reaccionan como un resorte cuando se les habla
de milagros, esto no significa que el mensaje de Jesús deba ser por
ello despreciado, pues lo verdaderamente divino en su vida es su
mensaje, no su persona, y todas las tentativas que se hicieron des-
pués para divinizarle a él, a su madre, o a los apóstoles, no fueron
sino una aberrante forma de politeísmo con el fin de encumbrar de
una manera insensata y malintencionada la vida de este profeta. No
es mi intención culpar a los apóstoles de ello, pues al inventar estas
historias lo que trataron es de conseguir que el mensaje de Jesús
trascendiera en un mundo repleto de supersticiones que no estaba
dispuesto a aceptar a un mesías que no hiciera milagros. En cambio
sí es responsable la iglesia, pues una vez se consiguió que el mensa-
je de Jesús se conociera en toda la tierra se debió de oponer a cual-
quier forma de adoración de su persona de su madre o de los apósto-
les, pues lo verdaderamente divino es el mensaje de Jesús. Porque lo
importante no es quien nos transmite un mensaje o una enseñanza, lo
importante es la enseñanza en sí misma, Cristo fue el último eslabón