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(rjguadog) #1

Nada lo es.
—Harlon ha tenido mucha suerte en la vida —comentó Roberto a Ana—. Es
detective, sobrino de político y físico cuántico. Yo me conformaría con ser el tío de
un futbolista.
Al parecer, nadie le había explicado que su cualidad de hijo único dificultaba
un poco la tarea de tener sobrinos. Pero no era el momento de causarle un trauma.
Los jóvenes aventureros vieron entrar en el vagón a dos hombres de mediana
edad, con gesto hosco, sosteniendo sendos aparatos con forma de escopeta, pero
con cables y electrodos, con más colores que los que cabría esperar en un arma de
fuego y con atomizadores en el lugar que correspondería al gatillo. Uno era alto,
calvo, pálido, corpulento y de mandíbula destacable, con aspecto de no necesitar
entrevista para la vacante de portero en una discoteca balear; el otro tenía un pin del
Club Deportivo de Jouleburg.
—¡Mira la que has armado! —protestó el presunto matón—. Te has pasado de
potencia, te has pasado de potencia. ¡Y te lo advertí! ¿Ahora qué hacemos?
—Lo siento, hombre, un descuido lo tiene cualquiera. ¿Estás seguro de que
hemos interferido en el sistema de tracción electrocuántica? Yo no creo que haya
sido para tanto. Y todavía nos quedan dos víctimas: un niño, una niña y una persona.
Según los Robotijos, están en este mismo tren. ¡Eso si les he entendido, que con el
acento tan raro que tienen...!
—¡Que no! —El fortachón agarró a su compañero de la camisa—. Ya la has
liado bastante. Abortamos la misión.
—Pero Cordolç se va a enfadar...
A Ana esos aparatos le resultaron extrañamente familiares. Roberto también
podía jurar haberlos visto. Sus sienes comenzaban a albergar cavilaciones cuando
escucharon una alerta del conductor.


Una voz masculina resonó en el vagón a través del interfono.
—Señores pasajeros, tenemos que darles una noticia mala y una noticia peor.
La mala es que dos de nuestros pasajeros han sido asesinados. Es una pena. Nos
intentamos asegurar de que los usuarios reciben el mejor trato posible en el
Quantum Express. Si los homicidas siguen a bordo, se les ruega que no maten a
nadie más hasta llegar a su destino.
Ana sintió un escalofrío. ¿Y si se trataba de Harlon y Melibia? «¡Ya sabía yo

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