de ella con apercebimiento que los que no se pasaren dentro del dicho
término, no han de gozar, ni gocen de ninguna cosa de las que en esa
Isla gozan los otros vecinos de la dicha villa y no hagáis ende al por
alguna manera, so pena de nuestra merced y de diez mil maravedis para
la nuestra cámara. Hecho en monzón a cinco días del mes de mayo de
mil quinientos y veinte y ocho años. Yo el Rey. Refrendado de Cobos.
Señalada de los dichos. Hay un sello.
Bibliografía:
Brau, S. (1981). La Colonización de Puerto Rico. Instituto de Cultura
Puertorriqueña: San Juan, P.R. Pp. 560-561.
Localización del Nuevo Asiento de la Villa de San Germán (1528)
En el año de 1528, el Rey, por mandamiento imperial, ordenó
al licenciado Ayllón y demás oidores de La Española, exigir a los
comercanos del Guaorabo, la inmediata traslación de sus casas al sitio
ocupado por los frailes franciscanos, asiento oficial nuevo, de la Villa
de San Germán.
El nuevo asiento de la Villa de San Germán a que aluden los
documentos de 1528, estuvo situado en el Valle del río Guaorabo. Este
nuevo lugar se llamó sitio de San Francisco, por haberse levantado allí
el monasterio de San Francisco y quedaba relativamente cerca al
antiguo asiento de San Germán. La distancia entre el “asyento viejo” y
el nuevo poblado de San Germán recién mudado al “sitio de San
Francisco” era de sobre una legua. Desde la “aguada vieja” contigua a
la boca del río Guaorabo (Añasco) y al puerto viejo de San Germán
hasta el “sitio de San Francisco”, en el recodo norte de la bahía de
Añasco, había una distancia de unos cuatro a cinco kilómetros.
Es evidente que la “aguada vieja”, la llamaban así por
Antonimia, ya que para agosto 12 de 1528, la aguada nueva la estaban
haciendo en el “sitio de San Francisco”, cerca del cayabo (Caguabo),
adonde se había mudado la Villa de San Germán recientemente.
Algunas familias del Guaorabo cumplieron el mandato de
movilizarse al nuevo sitio de San Germán, pero la generalidad de los
vecinos influída por Luis de Añasco, continuó en el antiguo poblado,
reacia a las amenazas que la Audiencia les dirigía desde Santo
Domingo.
Preciso fue que el Alcalde Francisco de Quindós, acudiese al
propio Carlos V, informándole de aquella anómala situación en que le
colocaban sus administrados, dictándose por el Rey, en Monzón el día
5 de mayo de 1528, un decreto dirigido al licenciado Juan de Vadillo,
juez de residencia que ejercitaba sus funciones en San Juan desde