emprendieron la expedición para Puerto Rico y “al aproximarse a vista
de tierra, sólo usaron las velas bajas para no ser descubiertos a gran
distancia por los españoles, hasta que estuvieron bastante cerca del
punto donde pensaban desembarcar. No obstante tal medida, los
españoles sabían de tal expedición y preparáronse a rechazarla,
destacando muchos soldados de a caballo en la costa, para vigilar el
desembarco de los piratas franceses. D’Ogerón diose cuenta de la
vigilancia y ordenó a los barcos aproximarse y disparar la artillería más
gruesa, para forzar a los jinetes de la playa a retirarse hacia los bosques.
En éstos se ocultaban muchas compañías de infantes tendidos en el
suelo. Los piratas efectuaron el desembarco sin ser molestados y
comenzaron a internarse por la arboleda, pensando que allí los
vigilantes montados no podrían hacerles daño. No bien cayeron los
piratas en la emboscada, cuando los españoles con gran furia se
levantaron del suelo atacando tan valerosamente a los franceses, que en
breve tiempo les destrozaron gran número de hombres. Y dejando éstos
en el sitio, sin tratar de recoger los muertos, el resto huyó con
dificultad, retirándose a toda prisa a sus navíos... Monsieur D’Ogerón
escapó del peligro... Dióse pues, prisa en hacerse a la mar para volver a
Tortuga, con gran precaución en mente. Este ataque ocurrió entre los
meses de octubre y noviembre de 1673.
Oexmelin creía que las fuerzas españolas eran muy
numerosas, ignorando que las formaba sólo una compañía de infantería
y unos pocos jinetes.
Don Bartolomé de la Seda con sus tropas siguió en
persecución de los que no pudieron reembarcar, los que trataron de
unirse a los prisioneros que estaban cerca de Arecibo, durante cinco
meses sin recibir paga alguna, ni que cubrieran sus gastos lejos de sus
haciendas y familias.
La expedición de D’Ogerón a Piñales contaba de trece
balandras y cuatro naves auxiliares y más de mil hombres. Los
españoles eran ochenta solamente, muriendo diez a consecuencia de
tiros de mosquetería. Los franceses perdieron cincuenta hombres,
dejando sus cadáveres abandonados en tierra y reembarcáronse en la
bahía de Añasco.
Al saber los piratas naúfragos, que estaba D’Ogerón atacando
por Piñales, se fugaron para ir en su ayuda, entre ellos su sobrino M.
Pouncey. Cuando el Gobernador Arteaga ordenó la muerte de los
prisioneros franceses en represalia por el ataque, sólo se encontraron
cuarenta. Luego se pudieron reunir unos 130 piratas, los que fueron
enviados a La Habana para trabajar en las fortificaciones, según Cédula
del 12 de Enero de 1674.
anascopr
(Anascopr)
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