Politics and Civil Society in Cuba

(Axel Boer) #1

260 Chapter 11


ión fundamentales, que han propiciado la depresión—para una usar
una expresión suave—del espacio publico en la Isla.


En nombre de la Revolucion se llevo a cabo una politica de “gratu-
idad” en los servicios de la salud y la educación, pero, también—entre
otrals irracionales cosas—: 1) la eliminación de la propiedad privada,
de los derechos humanos universales y de las libertades individuales;
2) la implantación forzosa del régimen de partido único, cuya principal
fuente de legitimación es una Constitución que, en términos de
democracia, ha retrocedido con respecto a la Constitución del 40^21 , así
como un Parlament—paradójicamente—revolucionario^22 ; 3) las no


menos paradójicas elecciones sin posibilidad de elegir^23 y; 4) la con-
strucción del «hombre nuevo» (el revolucionario) o, si se prefiere, del
hombre unidimensional (Marcuse). Esta última empresa condiciona a las
tres restantes porque está en la raíz de la inhabilitación del espacio
público.


Lo que no aciertan a ver nuestros intelectuales y cientistas socia-
les—convencidos de la existencia del espacio público y de una cultura
del debate^24 en la Cuba revolucionaria—es que en la Isla se polemiza
entre revolucionarios, se vota entre y por los revolucionarios, hay
espacio público solo para los revolucionarios. Y debo aclarar que se



  1. Se trata de un tema en discusión, concretamente en lo que toca al artículo primero
    de la Constitución del 40: «Cuba es un Estado independiente y soberano organizado
    como república unitaria y democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia
    social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana». Véase, al respecto, el
    debate entre Julio César Guanche y Roberto Veiga en la revista Espacio Laical (Año 6, n0
    2, 2010).

  2. La Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento Cubano) admite negros,
    mujeres, homosexuales y religiosos solo bajo la ineludible condición de ser revoluciona-
    rios.

  3. La estrategia fidelista del voto unido, que regula el proceso de elección, establece
    una imposibilidad práctica de votar en contra, es decir, de ejercer el voto negativo.
    Debido a que cualquier tipo de marca o mensaje en la boleta que no sea el voto positivo
    la anula, la única manera de votar en contra es no efectuar el voto unido, es decir, votar
    por algún candidato de la nómina (todos del mismo y único partido). Justo a ensombre-
    cer esta posibilidad se destina una feroz campaña mediática en favor del voto unido. Y
    como, en definitiva, ningún elector conoce a los candidatos que figuran en la boleta,
    siempre se termina por tomar la vía más fácil: una sola marca en el lugar más visible de la
    boleta. En suma, que si cada elector votara por un solo candidato de la nómina las elec-
    ciones, desde el punto de vista del Partido, fracasarían rotundamente.

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