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el disco. Tiene mucho sentido cuando ves el big picture
[el cuadro grande]”. Rosalía, que también ha jugado con
el sentido del humor en el álbum, habla con naturalidad
introduciendo palabras en otros idiomas o dialectos. “Si
estoy en EE UU, es inevitable que mi lápiz se afecte. Si
estoy en constante cambio, mi música cambia conmi-
go. Estoy expuesta a amigos de Puerto Rico, República
Dominicana, EE UU... Lo celebro. El día que no me pase
me voy a preocupar”.
Cambiar. Transformarse. Para que nazca la mariposa,
antes tiene que haber existido una oruga. De esta forma,
Rosalía ha sufrido su propio invierno y no toda su vida
son stories de Instagram. El estallido de la pandemia le
pilló en Miami y allí quedó confi nada en casa de su ma-
nager, Rebeca León. Las primeras semanas de las restric-
ciones trabajaba en un estudio de grabación casero en
una habitación. Luego se movió, pero sin salir de EE UU.
“Necesitaba terminar mi proyecto”, explica. Nunca había
estado tanto tiempo alejada de su familia. “La pandemia
fue muy dura. Estuve casi dos años lejos de mi familia”,
dice, y remarca “dos años”. “Estuve lejos del barrio don-
de crecí. Lejos de mis amigos de siempre. Lejos de todo.
Lo hice por apostar por el disco. Fue duro”. A Rosalía le
gusta mantener la mirada fi ja en su interlocutor. A veces
parece que estuviera estudiándolo y otras, simplemente,
como si hubiera alcanzado a llegar a lo más dentro de él.
Su mirada atraviesa. Sin embargo, esa mirada baja para
hablar de aquellos días: “Me ponía deadlines [metas] y
nunca los conseguía. Se alargaba entonces mi vuelta a
casa. Había momentos de mucho aislamiento”.
Una palabra acompaña a esta refl exión: “Guau”. Es
una expresión que usa a menudo, casi con inocencia
adolescente. La usa cuando se sorprende de cosas, pero
también cuando sus pensamientos intentan remarcar el
choque emocional. Con su peculiar espontaneidad, suelta
un amplio “guau” al hablar de ese aislamiento. Retumba
como un eco de su propia voz por los altos techos del es-
tudio fotográfi co vacío donde está sentada charlan-
do sobre su vida. El resto del equipo de producción y
personal discográfi co queda en otra sala. “Recuerdo
estar en Los Ángeles en un piso del barrio de West
Hollywood. Veía el contexto cuando bajaba a la ca-
lle y no paraba de decir: ‘Guau’. Estaba tan lejos de
casa... Muy lejos. Entonces, ahí, me di cuenta de todo
lo que echaba de menos a mi familia. Muchísimo.
Trabajaba 15 o 16 horas diarias, pero era muy difí-
cil. Lo pasé realmente mal”. De aquellos días en Los
Ángeles, confi esa, es ‘G3’, una emotiva balada en la
que canta: “Estoy en un sitio que no te llevaría”. La
canción termina con un audio de voz de su abuela
Rosalía en el que dice en catalán que “la familia es
lo primero”. Allí tiene a sus referentes, “mujeres fuer-
tes”: su abuela, su hermana... y su madre. Es la otra Pili,
quien gestiona la empresa que se encarga de los aspectos
del management de Rosalía. Una empresa que se llama
Motomami, como el disco. “Mi madre siempre ha ido en
moto y esa imagen la tengo muy clara. Por eso voy en
moto desde hace años. Yo soy una motomami porque mi
madre era una motomami, y su madre también lo era”.
Dice que el nombre del álbum juega con “la duali-
dad”. Moto en japonés signifi ca “fuerte” y tiene que ver
con “la agresividad”. De ahí canciones rotundas como
‘Saoko’, ‘Chicken Teriyaki’ o ‘Bizcochito’. Mami se refi ere
a “la fragilidad”. Por eso, esa otra cara compuesta por
baladas. Incluso hay un bolero, ‘Delirio de grandeza’, ins-
pirado en Justo Betancourt. “El disco es como un roller
coaster [una montaña rusa]. Un sube y baja. Así me siento
a veces”. ¿Salió alguna vez disparada? Rosalía reconoce
que alguna vez sintió que “petaba”, y por eso acaba el
álbum con ‘Sakura’, que en japonés es la fl or del cerezo
y guarda signifi cados que representan la primavera y la
feminidad. La letra es una refl exión sobre la posibilidad
de romperse. “Solo hay riesgo si hay algo que perder”,
canta. Entonces, recuerda el primer consejo que le dio
su madre: “Me dijo que, hiciera lo que hiciera en la vida,
fuera a muerte a por ello. No recuerdo exactamente sus
palabras, pero sí cómo sonaban. Me dijo que tenía que
elegir y que pusiera toda mi entrega”.
Rosalía se maneja a la perfección ante la cámara. An-
tes de prepararse para la sesión ha confesado: “Este en-
torno es muy hostil. Es complejo mantenerse en su cen-
tro. En estos tres años he buscado mi centro. Si el éxito
acaba rompiéndome con los años, no pasa nada. Así es
la vida y así es el trayecto. La vida y la muerte están muy
cerca la una de la otra. Se trata de vivir lo más fuerte po-
sible”. Dudó de la palabra escogida. No era “fuerte” lo que
quería decir. Cerró los ojos y rectifi có: “Vivir la vida con
honestidad”. El brillo en la boca volvió a salir y parecía
un corazón, pero era una maripo-
sa, con las alas abiertas, como dis-
puesta a volar más alto que nunca.
¿Un amuleto? ¿Una ostentación?
¿Un capricho? ¿O solo un ador-
no? Cada uno verá lo que quiera
ver. Rosalía no podrá controlarlo
y lo sabe. Porque cuando volvió
a verse la mariposa en su sonrisa
sentenció: “Que pase lo que ten-
ga que pasar y que termine como
tenga que terminar. Nada será tan
importante mientras viva mi vida
con honestidad”. —EPS
Chaqueta de lana, vestido
de punto y gafas de sol,
todo de Balenciaga.
Maquillaje: Mariona Botella
@ Kasteel Artist Management.
Peluquería: Ruben Marmol
@ Kasteel Artist Management
para L’Oréal Professionnel Paris.
Manicura: Pannkks. Diseño de set:
David de Quevedo. Producción
local: Sagri de Armas @Motif
Management. Asistentes de
fotografía: Robert Gascó y
Juan Carlos Cuellas. Asistente
de estilismo: Rubén Cortés.
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PERFIL
2371 CENTRAL perfil rosalia_v4.indd 312371 CENTRAL perfil rosalia_v4.indd 31 24/02/2022 22:17:5924/02/2022 22:17:59