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O sea, en las relaciones entre el
hombre y la mujer parecen ha-
ber desaparecido las normas,
pero los roles tradicionales si-
guen vigentes, lo que genera una
incertidumbre permanente.
¿Hay forma de adaptarnos?
Sí, asumiendo la libertad de los en-
cuentros sexuales como tales, que
no son necesariamente el inicio de
una relación que se proyecta hacia el
futuro y que tendrá su propia lógica
y su propia dinámica. El encuentro
sexual es algo donde dos partes se
reúnen para el placer sexual y que
no tiene que tener reglas para pasar a
otra forma de relación. El encuentro
sexual tiene sus propias reglas, por
supuesto, pero no son compatibles
con lo que se llama una relación a lar-
go plazo. No hay reglas para compro-
meter la identidad de otra persona.
Entonces, ¿podemos encontrar re-
glas para que los jóvenes reduzcan la
incertidumbre en esta negociación
que tiene lugar cuando dos personas
se encuentran? No lo creo. La liber-
tad, como nos han enseñado los exis-
tencialistas, viene con la incertidum-
bre. Creo que tenemos que aprender
mucho sobre la libertad, y eso es lo que se pide a las mu-
jeres que hagan al asumir la gestión de sus propias in-
certidumbres. Hoy no tenemos ninguna posibilidad real
de reducir la incertidumbre. Más bien debemos crear
las condiciones psíquicas que nos hagan tolerarla. Tam-
bién creo que los jóvenes se están adaptando cada vez
más a estas condiciones. Por eso es más difícil formar
vínculos, porque la incertidumbre nos hace marcharnos
de una relación más rápido o no permite el compromiso.
¿Entonces no hay escapatoria?
No, porque la libertad radical del otro significa que
puede irse en cualquier momento. Así vivimos hoy, no
podemos volver atrás. Una mujer y un hombre deben
ser, en principio, libres de irse en cualquier momento.
La cuestión consiste en ser conscientes de si estamos
en una relación que en todo momento nos exige enor-
mes recursos psíquicos o no. Yo lo plantearía así: ¿te-
nemos que analizar mucho o hay cierta simplicidad en
mujer usar trucos para hacer que él caiga en sus redes.
Estos libros aconsejarán a las mujeres que se conten-
gan, que no expresen su deseo, que no se excedan. Una
mujer que muestra demasiado su deseo ha perdido al
hombre. Estos libros asumen dos cuestiones. Una, que
son las mujeres las que se encargan de despertar el
deseo del hombre, además de gestionar la relación. Y
otra, que lo hacen mejor no expresando plenamente su
deseo y no siendo demasiado explícitas.
¿Y eso qué signifi ca?
Según esa visión, que el deseo de las mujeres debe ser
cuidadosamente controlado y que ellas no son sobe-
ranas [de su deseo]. Es decir, que el deseo es socava-
do desde dentro por las relaciones de poder, y es el
hombre quien tiene el poder de expresar sus deseos e
iniciar la relación. Un hombre que los expresa está to-
talmente en consonancia con su papel, pero una mujer
que lo hace se desvía de él.
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