Tapas N.23 – Mayo 2017

(ff) #1

L


a primer a vez que me puse unas zapatillas y
salí a correr aguanté ocho minutos. Creía que
me moría”, nos dice Paco Roncero. Entonces, el
cocinero con dos estrellas Michelin pesaba 112
kilos. Ahora ronda los 70 y se está preparando
para enfrentarse al IronMan de Roth, en Alemania: 3,8 km
de natación, 180km de ciclismo y 42,2km corriendo,
con un límite de 17 horas. Si buscamos en Google
fotografías del chef antes de comenzar su actividad física
y las comparamos con su estado actual quizás muchos
duden: pero sí, es la misma persona. No existen fórmulas
milagrosas ni productos mágicos. El secreto: esfuerzo
y tesón. “Al día siguiente de esos 8 minutos me dolía
todo el cuerpo, tenía unas agujetas tremendas. Me puse
y me quité tres veces las zapatillas. Pero continué. Cada
jornada un poco más, un minuto más de carrera”. Un año
después Paco Roncero se enfrentaba al primero de sus
maratones, el de Nueva York. “Lo completé en más de
cuatro horas y pesando 90 kilos, pero la satisfacción fue tan
grande y me sentía tan bien que ya no he dejado de hacer
ejercicio. Correr me ha proporcionado además mucha
disciplina y autocontrol’. Oyendo su entusiasmo por este
deporte entran unas ganas locas de calzarse también
unas zapatillas y salir corriendo. Antes, nos recomienda
Roncero, un chequeo médico. Y le hacemos caso.


lA doCTorA
“En la salud cada paso y cada piso cuentan. Cuídate:
elige las escaleras”. Es el mensaje que podemos leer a
modo de pegatina en las escaleras que me conducen al
despacho de Nieves Palacios. Es una de las precursoras
del Centro de Medicina Deportiva que se creó a la sombra
de las olimpiadas de Barcelona 92. “Antes no existía
ningún departamento tan completo como éste en el que
los deportistas pudieran tener un seguimiento reglado,
metódico. La medicina deportiva actual nació entonces”,
me dice esta doctora especialista de la Unidad de Medicina,
Endocrinología y Nutrición del Consejo Superior de
Deportes. Una fotografía, con los colores un tanto
desvaídos, de un saltador de trampolín con el
perfil de la Sagrada Familia recortándose al fondo es uno
de los recuerdos de aquella época que se ven en el despacho
en el que me recibe. No es la única imagen con mensajes
de agradecimiento. Muchos atletas se han puesto en
sus manos desde entonces. “Chema Martínez, Ernesto
Pérez Lobo, Mayte Martínez, Raúl Chapado o Nicolás


“Completé mi primer


maratón de nueva York


en más de cuatro horas


y pesando 90 kilos”,


recuerda Paco roncero


García Hemme... Algunos siguen visitándome. Seguimos
haciendo un control de todos ellos incluso cuando han
dejado la alta competición. Nos interesa saber también
cómo evoluciona su organismo”, explica la doctora Palacios.
Más que un despacho lo suyo es una consulta médica.
“Claro, tenemos máquinas”, nos dice al advertir nuestra
sorpresa. “Eso es un densitómetro para medir la fuerza
del hueso mediante la densidad ósea, también puedes
medir la composición corporal, el porcentaje de grasa, de
músculo que tienes... Tenemos un impedanciómetro (una
corriente eléctrica de muy baja intensidad, totalmente
imperceptible y que no representa peligro alguno, recorre
el cuerpo del deportista permitiendo evaluar la resistencia
de los tejidos corporales; la resistencia depende del agua
contenida, recordemos que el 73% de los músculos son
agua), el clásico medidor de altura y báscula”. Así pues,
¿se puede controlar al milímetro el cuerpo del deportista?
“El deporte es fantástico y maravilloso pero es diferente
si te dedicas a la alta competición o al deporte recreativo.
Tienes que saber qué deporte es el que mejor se adapta
a tus características. Hay personas que entrenan 4 o 5
horas al día y se tendrían que plantear por qué lo hacen.
El deporte debe servir para mejorar la salud”.
De una de las paredes de su despacho también cuelga
un calendario de frutas y verduras por temporadas. Y
Nieves Palacios nos habla entonces del entrenamiento
invisible, el que empieza en la mesa, delante de un
plato: “Es fundamental. Hay que planificar una
buena alimentación y una buena hidratación antes de
iniciar una actividad deportiva”. No quiere hablar del
porcentaje del éxito que su trabajo tiene cuando un atleta
logra una medalla de oro, huye de los grandes titulares
periodísticos: “Es un trabajo de equipo; entre todos
intentamos que el deportista logre su objetivo”.
Comienza a darnos recomendaciones. Empezamos por
el desayuno: comer siempre fruta, un lácteo, un yogur o
jamón como fuente de proteína, cereales, tostada, “incluso
aquí, en la Residencia Blume para deportistas de alto
rendimiento, les permiten un bollito una vez a la semana”.
Y ante la desmesura con la que abro los ojos, aclara: “No
se trata de prohibir, se trata de educar en la alimentación.
Se trata de enseñarles qué es lo más beneficioso para ellos”.
Roncero secunda esa idea: “Los deportistas que realizan
levantamiento de pesas, los culturistas, toman para
desayunar mantequilla de cacahuete. Yo, en ocasiones,
cuando me enfrento a un entrenamiento muy prolongado,
una carrera de 25-30 kilómetros, también lo hago. Necesito
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