National Geographic Spain - 11.2019

(Steven Felgate) #1

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E de


lo de


aterrador conflicto tribal que asolaron el país en 1994.


Aquel horror se desencadenó cuando extremistas hutus culparon a los

rebeldes tutsis de abatir el avión en el que viajaban los presidentes de


Ruanda, Juvenal Habyarimana, y de Burundi, Cyprien Ntaryamira. Habya­


rimana, como el 85 % de la población ruandesa, era hutu. Las tensiones pro­


vocadas por el atentado estallaron en un frenesí asesino que se saldó con la


muerte de hasta un millón de tutsis. Miles de hutus perdieron también la


vida. Se habla de al menos un cuarto de millón de mujeres violadas y más


de 95.000 niños huérfanos. Al término del conflicto, la mayoría de los aproxi­


madamente seis millones de ruandeses supervivientes eran mujeres.


Alice Urusaro Karekezi recuerda aquellos días oscuros y funestos y la

abrumadora pregunta que les sucedió: ¿cómo podría Ruanda dejarlos atrás?


Abogada especializada en derechos humanos, en 1997 encabezó una inicia­


tiva para que las violaciones se castigasen como crimen de guerra; en 1999


cofundó el Centro para la Gestión del Conflicto.


«La mayoría de los muertos: hombres –dice–. La mayoría de los huidos:

hombres. La mayoría de los presos: hombres. ¿Quién dirigirá el país?».


Haciendo de la necesidad una virtud, y en un ejercicio de puro pragmatis­

mo, las mujeres –que constituían hasta el 80 % de la población superviviente–


dieron un paso al frente para llenar aquel vacío de liderazgo. Con la ayuda


de colectivos femeninos de la sociedad civil, el Parlamento ha implantado


algunas de las políticas más sensibles con la mujer que existen en el mundo.


En 1999, dando la espalda a la tradición, se dispuso que las mujeres tuvie­

sen derecho a heredar en sucesiones intestadas; las hijas de los campesinos,


hasta entonces privadas de sus derechos en favor de sus hermanos varones,


se convertían así en propietarias. Posteriores reformas permitieron que las

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