48 NATIONAL GEOGRAPHIC
E de
lo de
aterrador conflicto tribal que asolaron el país en 1994.
Aquel horror se desencadenó cuando extremistas hutus culparon a los
rebeldes tutsis de abatir el avión en el que viajaban los presidentes de
Ruanda, Juvenal Habyarimana, y de Burundi, Cyprien Ntaryamira. Habya
rimana, como el 85 % de la población ruandesa, era hutu. Las tensiones pro
vocadas por el atentado estallaron en un frenesí asesino que se saldó con la
muerte de hasta un millón de tutsis. Miles de hutus perdieron también la
vida. Se habla de al menos un cuarto de millón de mujeres violadas y más
de 95.000 niños huérfanos. Al término del conflicto, la mayoría de los aproxi
madamente seis millones de ruandeses supervivientes eran mujeres.
Alice Urusaro Karekezi recuerda aquellos días oscuros y funestos y la
abrumadora pregunta que les sucedió: ¿cómo podría Ruanda dejarlos atrás?
Abogada especializada en derechos humanos, en 1997 encabezó una inicia
tiva para que las violaciones se castigasen como crimen de guerra; en 1999
cofundó el Centro para la Gestión del Conflicto.
«La mayoría de los muertos: hombres –dice–. La mayoría de los huidos:
hombres. La mayoría de los presos: hombres. ¿Quién dirigirá el país?».
Haciendo de la necesidad una virtud, y en un ejercicio de puro pragmatis
mo, las mujeres –que constituían hasta el 80 % de la población superviviente–
dieron un paso al frente para llenar aquel vacío de liderazgo. Con la ayuda
de colectivos femeninos de la sociedad civil, el Parlamento ha implantado
algunas de las políticas más sensibles con la mujer que existen en el mundo.
En 1999, dando la espalda a la tradición, se dispuso que las mujeres tuvie
sen derecho a heredar en sucesiones intestadas; las hijas de los campesinos,
hasta entonces privadas de sus derechos en favor de sus hermanos varones,
se convertían así en propietarias. Posteriores reformas permitieron que las