RECONSTRUIR RUANDA 57
Vestine Mukeshimana
lleva más de una década
llevando pasajeros en su
motocicleta por Kigali.
Cuando abrió el negocio,
sus colegas masculinos la
animaban y le enviaban
clientela. En Ruanda es
normal apoyar a las
emprendedoras, dice.
Ruanda lleva años desarrollando un experimento cuyo desencadenante
–el genocidio– con suerte no volverá a repetirse jamás en ningún lugar.
Kigali creó el andamiaje legislativo necesario para ayudar a las mujeres a
avanzar, y ahora trabaja en empoderar a adultas y niñas dentro de sus pro
pios hogares, pero ¿es posible el cambio sin una implantación y una vigi
lancia sólidas por parte de las altas instancias?
Rubagumya, la parlamentaria, conoce el dolor de sentirse impotente y verse
privada de derechos. «Cuando eres niña, cuando eres refugiada, allá donde
vas te miran como si fueses una intrusa», dice, describiéndose como parte
de «la primera generación que salió de la nada» y alcanzó el poder en Ruanda.
Su familia regresó al país en 1997. Con su título universitario y el entusiasmo
de una mujer que por fin se sentía en casa, se propuso cambiar su país, pri
mero en calidad de funcionaria que luchaba por la igualdad de género desde
el Ministerio de Educación y trabajando para que las niñas tuviesen acceso
a los estudios, y ahora desde su escaño. Se enorgullece de cuánto han avan
zado Ruanda y sus mujeres y pone sus miras en lo que desea que alcance su
país: «Tenemos el marco, tenemos políticas, leyes, mecanismos para garan
tizar que se cumplan [...]. Hemos recorrido un largo camino y alcanzado gran
des logros, pero debemos seguir avanzando para asegurarnos de que, en algún
momento, habremos corregido los desequilibrios por completo». j