El Mundo - 08.11.2019

(vip2019) #1

EL MUNDO. VIERNES 8 DE NOVIEMBRE DE 2019
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DEPORTES
i


JAIME RODRÍGUEZ MADRID^
El chico tenía más ganas de cenar al-
go y ver las repeticiones de los goles
que de repartir abrazos emotivos.
«Estaba tan tranquilo. La madre llo-
rando y él a su aire, como si no hu-
biera hecho nada extraordinario»,
relatan testigos de los minutos pos-
teriores al final del Real Madrid 6
Galatasaray 0. Tres de los goles ha-
bían sido de Rodrygo Goes, un bra-
sileño de 18 años que ha puesto bo-
ca abajo el Bernabéu y que parece
decidido a triunfar con la misma ve-
locidad con la que el miércoles hizo
los dos primeros tantos, en un parpa-

deo. La resaca ayer era sabrosa en
los despachos del Bernabéu por la
espectacular presentación de uno de
los chicos que son bandera de la
–muchas veces cuestionada– política
de fichajes jóvenes que el club blan-
co lleva tiempo aplicando. Esa de-
tección temprana de talento interna-
cional empieza a dar frutos en forma
de titulares en el once de Zidane. Co-
mo ejemplos: Valverde y Rodrygo.
La primera vez que en el Madrid
se escuchó el nombre de Rodrygo
fue en 2013, cuando sólo tenía 12
años. La secretaría técnica había en-
cargado a Juni Calafat, por entonces

ojeador en Suramérica, que diera
con un delantero robusto para el
Castilla. Al experto le avalaba el fi-
chaje de Casemiro para el filial, me-
ses atrás. El objetivo era Willian Jo-
sé, ahora cuajado como futbolista de
nivel en la Real Sociedad. Negocian-
do por el ariete con el Santos, surgió
una frase habitual en estas situacio-
nes: «Tenemos un niño buenísimo,
se llama Rodrygo...». Chivatazos así
llegan a los grandes clubes de Euro-
pa a diario, siendo imposible el con-
trol, filtro y seguimiento de todos.
En este caso, Calafat sí vio pronto
cosas interesantes en el chico. Algo

distinto. Pero era demasiado joven y
le quedaba el siempre difícil paso de
vencer la adolescencia y no descarri-
lar. No quedaba otra que esperar,
eso sí, sin perderle del radar.
Nick Arcuri, un importante agen-
te brasileño, se hizo pronto con las
riendas de la carrera de Rodrygo. Él
enviaba por correo periódicamente
al Madrid DVD con sus partidos,
mientras iba progresando por las ca-
tegorías inferiores del Santos y de la
selección canarinha [debutará con la
absoluta la semana próxima]. Un
año por delante avanzaba, en el Fla-
mengo, Vinicius, en un proceso simi-
lar de vigilancia llevado por el Real
Madrid. El ruido de su fichaje desta-
pó a Rodrygo, puesto rápidamente
en el mapa global al conocerse que
el club blanco también estaba detrás
de él. Ahí, en la primavera de 2018,
se aceleraron las cosas. El Barça, el
Liverpool y el PSG se lanzaron a por
el jugador de tan sólo
17 años. En el caso
del club francés, se
desplazó hasta Brasil
el propio Nasser Al-
Kelaifi, el presidente y
delegado del reino de
Qatar. Iba de la mano
del padre de Neymar,
figura siempre atenta
a la intermediación y
a la correspondiente
tajada. «Nunca corrió
peligro la operación.
Les llevábamos mu-
cha ventaja», cuentan
desde el Madrid. Ar-
curi y la familia de Ro-
drygo hacía tiempo
que tenían muy claras
las cosas. La pasión
infantil del niño por el
escudo de La Castella-
na y por Cristiano
también ayudaría.
A los enviados del
Real Madrid a cerrar
la contratación a San-
tos se les quedó gra-
bada una escena de
ese momento siempre
emocionante que es
la firma de un nuevo
jugador. Rodrygo, fe-
liz por verse al fin de
blanco, rompió a can-
tar el himno de la Dé-
cima. Se lo sabía en-
tero, estrofa por estro-
fa. El chico pidió que
le grabaran y se lo en-
viaran a Florentino
Pérez, quien había
dado el OK definitivo
al fichaje horas antes. En un fin de
semana se hizo la compra por 45
millones de euros. ¿Mucho? Exper-
tos del mercado dicen que es mejor
pagar eso por un chico de 17, ya con
trazas de futbolista casi adulto, que
20 por uno de 16. Casualidades del
destino, el contrato fue rubricado en
la misma cafetería de Santos donde
el Barcelona firmó a Neymar.
Las llamadas postreras de los
azulgrana a Arcuri para intentar
arrebatar a Rodrygo al Madrid que-
daron en el buzón de voz, sin res-
puesta. Desde ese instante comenzó
un periodo clave en el desarrollo del

joven delantero, que quedó cedido
en Brasil la temporada 2018/19.
Un colaborador del Madrid pasó a
convivir prácticamente con la fami-
lia, acompañando a Rodrygo a los
entrenamientos y los partidos. Una
tutoría que se aliñaba con las visitas
mensuales del propio Calafat, en ca-
lidad ya de ojeador jefe de la direc-
ción deportiva del club –su puesto
actual–. Al mismo tiempo, comenza-
ron las clases de español. El plan era
ir preparándole para su aterrizaje el
año siguiente en Valdebebas. Sus da-
tos físicos de los entrenamientos
(chalecos con GPS) se enviaban a
Madrid. También se le ponían vídeos
de partidos europeos y movimientos
de otros futbolistas, como Jadon
Sancho, del Dortmund, o de algunos
compañeros: los desmarques de
Asensio, la pausa de Benzema, el tra-
bajo defensivo de Lucas Vázquez...
Zidane, además de decir que su jue-

go es «alegría», ha valorado también
su labor en la recuperación.
Ya en estas sesiones de tecnifica-
ción se le fue orientando hacia la
banda derecha. En el Madrid intuían
que le sería más sencillo encontrar
minutos por ese costado. Él, que
siempre había jugado por la izquier-
da o por detrás del delantero, co-
menzó a moverse en el Santos en el
extremo diestro. Ahí va a debutar
con Brasil y ahí tiene una autopista
en el club blanco. Sólo Raúl había
hecho un triplete en la Champions
siendo más joven. En el vestuario, se
abrazó con su buen amigo Vinicius.

El niño que se sabía


el himno de la Décima


Padre de 35 años, domingos


de misa y clases de inglés


El padre de Rodrygo sólo tiene 35 años. Fue
jugador en la Segunda división brasileña y
ahora forma parte de la agencia del
representante de su hijo, haciendo labores
de ojeador. Colgó las botas para centrarse en
la carrera de su niño. La historia de Rodrygo
no es como la de otros fichajes brasileños, de
orígenes extremadamente humildes, como
Vinicius. Sin embargo, el sueldo de su padre
–en Brasil se gana poco en Segunda– no
permitía a la familia más que estrecheces.
Rodrygo y los suyos (tiene una hermana
pequeña) residen ahora en Madrid en la
antigua casa de Julio Baptista, ex delantero
del club blanco. Van conociendo poco a poco
la ciudad, entre paseos por el centro y
salidas discretas a restaurantes brasileños o
españoles, aunque lo que prefieren los
domingos es ir a misa y hacer un asado para
los amigos. El futbolista sigue dando clases
para mejorar su español y está a punto de
comenzarlas también de inglés.

Rodrygo y su familia, con Florentino Pérez. MARCA


Rodrygo se lleva como premio el balón del partido contra el Galatasaray tras marcar tres goles. SERGIO PÉREZ / REUTERS


Delantero del Real Madrid. Al-Khelaifi, del PSG, viajó con
el padre de Neymar a por él, pero el club blanco le tenía vigilado
desde los 13 años. Veía vídeos para adaptarse a la banda derecha.

RODRYGO


GOES

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