Historia Spain - 09.2019

(Sean Pound) #1

el ultimátum y la posterior declaración de
guerra de Inglaterra y Francia sorpren-
dieron a Hitler. Ambos países se habían
comprometido a defender a sus socios en
caso de que un tercer país violara su inde-
pendencia y el pacto Ribbentrop-Mólotov
vino a acelerar y concretar su acuerdo.
Los “apaciguadores” perdieron toda es-
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el 22 de agosto de 1939 el propio Führer
había expuesto ante los comandantes de
la Wehrmacht que su decisión de atacar
Polonia estaba tomada desde primavera.
La paradoja estriba en que Polonia fue gol-
peada no por una, sino por dos potencias
extranjeras, sin que sus aliados contradi-
jeran a la segunda.


ESFERAS DE INFLUENCIA
Berlín y Moscú no solo habían sellado un
“tratado de no agresión” mutuo, sino que
habían respaldado un protocolo secreto
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en el Este; y ahí, cómo no, se citaba Po-
lonia. En el punto 2, leemos: “En el caso
de un reacondicionamiento territorial y
político en las áreas pertenecientes al Es-
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Alemania y la URSS serán limitadas por
la línea de los ríos Narew, Vístula y San”.
Esto es, la invasión del Ejército Rojo, que
se pretendió vender por la necesidad de
“proteger a la población bielorrusa y ucra-
niana”, no hizo sino ejecutar el siniestro
cambalache refrendado en Moscú en el
mes de agosto, y la anexión ulterior de
las Kresy –las zonas orientales de Polonia,
200.000 kilómetros cuadrados donde vi-
vían más de trece millones de personas–
fue su corolario. O, mejor dicho, uno de
sus corolarios, porque miles de personas
murieron en el curso de aquella opera-
ción y cientos de miles fueron deporta-
das después a Siberia y otras regiones del
país. Alemania controlaría, por su parte,
el 48,4% de un territorio que albergaba al
62,7% de la población.
Hoy, los polacos siguen repartiendo las
culpas entre unos y otros, y no les falta
razón. ¿Qué sintieron cuando el acorazado
alemán 6066FKOHVZLJ+ROVWHLQ lanzó los
primeros cañonazos contra la base de Wes-
terplatte, en la Ciudad libre de Danzig? ¿O
cuando la capital, Varsovia, fue asediada
durante veinte días, hasta su rendición
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de la matanza de Katyn, el exterminio de
22.000 militares polacos por la policía se-
creta de Stalin, el NKVD?


Arriba, el ministro de
Exteriores de la Unión
Soviética, Viacheslav
Mólotov, a punto de
estampar su firma en
uno de los textos más
ignominiosos de la
historia. Tras él, un
sonriente Stalin junto
a Joachim von
Ribbentrop, el
ministro de Exteriores
de Alemania.
A la izquierda, la
histórica torre de
Gleiwitz, escenario de
la operación de
bandera falsa que el
Tercer Reich diseñó
para respaldar su
invasión de Polonia.

UN ESTREMECIMIENTO RECORRIÓ EUROPA: EL FRENTE
DEL ESTE QUEDABA EXENTO ANTE UN HIPOTÉTICO
CONFLICTO A GRAN ESCALA
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