Historia Spain - 09.2019

(Sean Pound) #1
El ingenuo Neville
Chamberlain, adalid
de la política de
apaciguamiento con
la bestia nazi, aseguró
que había alcanzado
“la paz para nuestro
tiempo” tras los
Acuerdos de Munich
de 1938. Un año
después, Europa
saltaba en pedazos y,
en mayo de 1940,
Winston Churchill
formaba gobierno y
reconocía que no
tenía “nada más que
ofrecer que sangre,
esfuerzo, lágrimas y
sudor”. Era suficiente.

temáticas, que abordan la tragedia desde
todos los prismas posibles. Precisamen-
te la campaña de septiembre sirve como
nexo de unión entre los dos primeros
bloques y nos muestra la atrocidad de la
%OLW]ULHJ, que inspiraría en 1941 la Ope-
UDFLyQ%DUEDUURMD para invadir la URSS.
El coraje de los ciudadanos anónimos y
la clarividencia de los mandos –he ahí el
PDULVFDO(GZDUG5\G]ˑPLJã\RHOJHQHUDO
Kutrzeba– postergaron la derrota hasta el
mes de octubre, y no cabe duda de que
Polonia hubiera aguantado más si los ru-
sos no se hubieran invitado a ese festín
de cuervos. Mientras tanto, Inglaterra y
Francia seguían de brazos cruzados. Los
franceses llamaron a ese período “drôle
de guerre”, “guerra de broma”, hasta que
la guasa quedó zanjada en mayo de 1940,
con la invasión de Francia, Bélgica, Paí-


Judíos en POLONIA


i


Hoy, hay alrededor de 16 millones
de judíos en el mundo, y la mayoría
de ellos, unos doce, reside en
Israel y Estados Unidos. Cuando estalló la
guerra en 1939, el número era muy similar –según
algunas fuentes rondaba los 16,5 millones–, lo
que da idea de las dimensiones de la Shoah, que
supuso el exterminio de unos seis millones.
A la sazón vivían en Polonia unos tres
millones y medio de judíos, más o menos un
tercio de la población total de esa fe en Europa;
y solo en Varsovia se concentraban 375.000. La
mayoría, según la experiencia del escritor y premio
Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer, no hablaba la lengua polaca con propiedad
y no era capaz de escribir una sola palabra en ese idioma. Tal vez Singer exagerara, pero no cabe duda de que
la integración judía seguía siendo un espejismo en el país, pese a tantos siglos de tolerancia y convivencia,
remachados por el Estatuto de Kalisz de 1264.
El objetivo de los nazis fue palmario desde el primer momento y, a partir de 1941, se materializó en
la construcción de una serie de campos de exterminio –Treblinka, Auschwitz, Sobibor, Chelmno, Belzec y
Majdanek– en los que fueron masacrados más de tres millones de personas.
Antes de la conferencia de Wannsee de enero de 1942, los ataques fueron constantes. Los Einsatzgruppen,
unos escuadrones de la muerte itinerantes, iniciaron sus “prácticas de tiro” en Varsovia y Cracovia, siguiendo
los objetivos fijados por el verdugo Heydrich (judíos, intelectuales –en noviembre de 1939, 183 profesores de
la universidad de Cracovia fueron enviados a los campos de concentración–, clérigos y nobles), y sembraron
luego el terror en Ucrania, Bielorrusia y los estados bálticos. A finales de octubre, 17.000 personas habían sido
ya ejecutadas solo en Polonia y más de diez mil arrestadas. La primera operación de exterminio en la Polonia
ocupada tuvo lugar en diciembre de 1941 en Chelmo, donde cerca de 300.000 judíos y 5.000 gitanos fueron
gaseados en camiones herméticamente cerrados. A su vez, los responsables de Belzec, Sobibor y Treblinka
ensayaron las cámaras con monóxido de carbono y, en Auschwitz-Birkenau, se dispusieron varias cámaras de
gas en las que se liberaba Zyklon B.
Millones de personas fueron transportadas a estos y otros campos tras la aprobación de la Solución Final.
Eran humo humano. El horror. El horror. El horror.

Un judío camina
con un saco a
la espalda en los
primeros
compases de la
guerra en
Polonia.
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