El Mundo - 05.09.2019

(Ron) #1

P A P E L


HOJA Nº (^34) JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2019EL MUNDO.
C I N E
A estas alturas, con cerca
de 80 denuncias de por
medio, un fenómeno social
como el #MeToo en
marcha y decenas de
reportajes y noticias en
prensa y televisión, podría
parecer que ya está todo
dicho, visto, hablado y leído
sobre Harvey Weinstein.
Documentales como
Untouchable, que se
estrena mañana,
demuestran que no: aún
necesitamos oír lo que
tienen que decir las
víctimas de esta manada
unipersonal, capaz de
abusar de su poder con
impunidad durante casi
cuatro décadas hasta
creerse, como dice el título,
intocable.
«Harvey se metió en la
cama desnudo. Dije:
‘¡Harvey!’ y le empujé para
que no se me subiera
encima. Al principio intentó
engatusarme: ¿De verdad
quieres que sea tu enemigo
por no darme cinco minutos
de tu tiempo?», cuenta Hope
D’Amour, la primera
asistente que contrató en
1978 cuando fundó
Miramax, la productora con
la que revolucionó el cine
independiente. Con la
excusa de un viaje de
negocios y un supuesto
error en la reserva del hotel,
Weinstein cometió,
presuntamente, el primero
de su larga lista de abusos.
«Él siguió intentándolo. Solo
pensé que, si me callaba,
todo acabaría pronto»,
prosigue D’Amour con la
mirada perdida, al borde
mismo de las lágrimas.
«Para muchas víctimas el
proceso es muy difícil.
Sienten mucha vergüenza y
humillación. Sienten que, de
alguna manera, lo que
sucedió fue culpa suya: se
metieron en la situación,
deberían haberse ido antes
de que se descontrolara...»,
explica Ursula Macfarlane,
directora del documental.
La veterana cineasta
británica define el rodaje de
las entrevistas como algo
«agotador y traumático»,
pero también beneficioso
para las víctimas y para
algunos de los hombres del
equipo. «Un técnico de
sonido, después de filmar
un testimonio desgarrador,
me dijo: ‘Los hombres
nunca oímos este tipo de
cosas, así que me siento
habituales de Weinstein, que
incluían, entre otras cosas,
el lanzamiento de ceniceros
de mármol de dos kilos
contra sus colaboradores.
Mark Gill, que llegó a ser
presidente de Miramax, lo
radiografía en tres frases:
«Siempre quería más: más
muy agradecido de haber
estado aquí hoy’. Sus
palabras me acompañan y
demuestran la importancia
de incluir a los hombres en
esta conversación». Otros
hombres se prestan a
revelar frente a la cámara
algunas de las conductas
‘Untouchable’, la voz de las víctimas.
El documental de Ursula MacFarlane
reconstruye la historia del productor
de Miramax a través de las actrices y
empleadas que sufrieron su acoso y de
los colaboradores que recibieron su furia
SEXO,
MENTIRAS
Y HARVEY
WEINSTEIN
POR ISMAEL
MARINERO MADRID
prensa, más películas, más
estrellas, más fiestas. Más,
más y más. Eso te habla del
agujero que pretendía
llenar, pero nunca parecía
ser suficiente».
La historia de Weinstein,
y la de su hermano Bob
–más discreto, igual de
siniestro–, es la de unos
promotores de conciertos
de Buffalo con una
ambición desmedida que
cambiaron la manera de
hacer las cosas en
Hollywood. Para bien
gracias a su buen olfato.
Juntos, descubrieron a
Steven Soderbergh y
Quentin Tarantino. Y, para
mal, normalizando los
abusos en su compañía,
utilizando tácticas propias
de la mafia y comprando
silencios. Nada parecía
capaz de derribar al
monstruo al que unos
periodistas cazaron
diciendo «soy el puto sheriff
de este puto pueblo», hasta
que dos reportajes en The
New York Times y The New
Yorker y una explícita
grabación de uno de sus
abusos llegó al público.
Entre las actrices que
participan en el documental,
solo Rosanna Arquette y
Paz de la Huerta lograron
traspasar el umbral de la
fama. «Me agarró la mano y
me di cuenta de que tenía
una erección. Retrocedí, y él
me dijo: ‘Rosanna, estás
cometiendo un grave
error’», cuenta Arquette,
que logró librarse por poco.
De la Huerta no tuvo tanta
suerte: «Me levantó el
vestido y yo estaba
aterrorizada. No grité, ni le
pegué, me quedé
paralizada. La forma en que
me sometió no me dejó
ninguna salida». Otras
actrices no llegaron lejos en
sus carreras, probablemente
porque huyeron.
Algunas trabajadoras de
Miramax revelan casos
similares, un modus
operandi que queda
retratado en toda su
crudeza gracias al
testimonio de Zelda
Perkins, su asistente en
Inglaterra. «Debía
despertarlo por la mañana,
lo que solía implicar un
forcejeo junto a la cama. Se
duchaba y esperaba que
estuvieras presente cuando
iba desnudo. Intentaba
normalizar la situación
rápidamente y me decía que
no fuera estirada, que no
tenía tiempo para mis
sentimientos. Era una lucha
continua, como mantener la
cabeza fuera del agua».
A la espera de que se
inicie el juicio contra
Weinstein, retrasado hasta
enero por la denuncia de
Annabella Sciorra, y aunque
algo ha cambiado en la
industria del cine, todavía
queda camino por recorrer,
concluye Macfarlane: «El
abuso de los poderosos es
parte de nuestra cultura y es
una de las historias más
antiguas del mundo, así que
no va a cambiar de la noche
a la mañana. También sé
que muchos en Hollywood
temen nuevas
revelaciones... Esto no ha
terminado», dice.
ROSANNA ARQUE-
TTE: “ME AGARRÓ LA
MANO Y VI QUE TE-
NÍA UNA ERECCIÓN.
RETROCEDÍ, Y ÉL ME
DIJO: ‘COMETES UN
GRAVE ERROR’”
UNA ASISTENTE:
“DEBÍA DESPERTAR-
LO CADA MAÑANA,
LO QUE SOLÍA
IMPLICAR UN
FORCEJEO JUNTO
A LA CAMA”
EX PRESIDENTE DE
MIRAMAX: “SIEMPRE
QUERÍA MÁS: MÁS
PRENSA, MÁS
PELÍCULAS, MÁS
FIESTAS. NUNCA
ERA SUFICIENTE”
Harvey Weinstein, el fundador de Miramax acusado de violación y acoso sexual. TED THAI

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