Expansión - 10.09.2019

(ff) #1

Opinión


46 ExpansiónMartes 10 septiembre 2019

E


l deporte de élite es un
gran laboratorio para
detectar las claves del
éxito profesional sostenible.
Un análisis de los mejores de-
portistas de la historia eviden-
cia que mantenerse al máxi-
mo nivel a largo plazo (más de
5 años) es muy infrecuente.
Muchas razones pueden
explicarlo, de las cuales desta-
co dos: a) es muy difícil man-
tener el hambre de victoria y
superación continua cuando
eres el más grande durante
años y b) tus competidores no
descansan y tiene un plus de
motivación de desbancar al
mejor. Para ello se esfuerzan
en mejorar hasta los mínimos
detalles. Aspectos sutiles pero
que marcan la diferencia en-
tre ganar y perder.
El tenis actual encierra un
interesante enigma: ¿Cuáles
son las razones por las que
Nadal, Federer y Djokovic
han dominado el tenis mun-
dial los últimos 15 años (2005-
2019)? Con la reciente y gran
victoria de Nadal en el US
Open entre los tres han gana-
do en ese periodo 51 Grand
Slams de los 60 celebrados:
un impresionante 85% del to-
tal. Una proeza que va más
allá del tenis y de la que ex-
traer profundas enseñanzas
para la empresa, la gestión del
talento o la educación.
¿Cómo es posible que las
nuevas figuras no superen a
estos tres veteranos que supe-
ran ampliamente los 30 años?
¿Es acaso falta de buen tenis,
fortaleza física o ambición?
Mi análisis es que las nue-
vas generaciones de tenistas
no logran combinar al máxi-
mo nivel la “trilogía” del éxito
sostenible:


  1. Talento. Algunos tenis-
    tas jóvenes son tremenda-
    mente brillantes y tienen mu-
    chas ganas de triunfar e impo-
    ner su ley. Su técnica y forma
    física son espectaculares. Una
    base magnífica pero insufi-
    ciente para ganar grandes y
    reñidas finales que suelen
    prolongarse más de cuatro
    horas.

  2. Sacrificio. Saber sufrir,
    aceptar la adversidad, aguan-


tar siempre un poco más, lo-
grando que la mano no tiem-
ble en jugadas decisivas. As-
pectos clave en los que los tres
campeones marcan la dife-
rencia. Como bien dice Toni
Nadal (ex entrenador de Rafa
Nadal), “hoy en el aspecto for-
mativo todo lo que se facilita
en exceso y esto debilita. He-
mos sido demasiado condes-
cendientes con las nuevas ge-
neraciones. Los veteranos ja-
más se rinden porque les en-
señaron a no quejarse”. Esta
sobreprotección del talento
ha perjudicado a los tenistas
más jóvenes, incapaces de
romper por ahora el “techo de
cristal” que separa la victoria
del buen juego en los grandes
torneos.


  1. Valores. El sacrificio
    tampoco basta si no se acom-
    paña de pasión, compromiso,
    rigor y simbiosis entre el juga-
    dor y su cuerpo técnico. Y
    destaco la humildad como
    otro elemento diferencial.
    Humildad para mantener la
    “cabeza fría” tras el triunfo re-
    petido y seguir escuchando a
    los demás. Para disfrutar de la
    victoria y mantener intacto el
    espíritu de superación. Para
    dosificar los torneos disputa-
    dos anualmente y prolongar
    así su carrera.


Fortaleza mental
Hace un tiempo tuve la suerte
de ver jugar en directo a Rafa
Nadal. Lo que más me impre-
sionó no fue su evidente gran
tenis ni su forma física. Lo
más impactante para mí fue
su carisma de campeón, de-
portividad y la combinación
de “fuego en la mirada” y tem-
planza en jugadas clave. Una
serenidad cultivada a fuego
lento en horas de entrena-
miento. Una fortaleza mental
que, como se acaba de volver
a demostrar, desequilibra a su
favor los resultados, especial-
mente en los partidos más
igualados.
En el mundo competitivo
de hoy, estos jugadores de-
muestran que el triunfo se lo-
gra con fidelidad a un estilo
propio y conjugando sabia-
mente lo racional (técnica, co-
nocimientos, experiencia o
recursos) con lo emocional
(autoconfianza, intuición, re-
siliencia o pasión).
Nadal, Federer y Djokovic:
tres formas de jugar, tres ma-
neras vencer y, sin embargo,
una combinación ganadora
común: talento, sacrificio y
valores.

P


latón ilustró su teoría de las for-
mas o de las ideas sirviéndose de
la alegoría de la caverna. El atra-
pado en la cueva sufre la confusión entre
el mundo de las imágenes de los senti-
dos y el de las ideas o formas. Sin embar-
go, son las formas o las ideas puras la
“única realidad verdadera”; las cosas in-
dividuales caducan, pero las ideas si-
guen existiendo como sus arquetipos
imperecederos (Hans Joachim Störig).
Una de las ideas platónicas estrellas del
discurso político es la de la “indepen-
dencia” de los reguladores; una vez más
puesta de actualidad por las negociacio-
nes para la investidura entre el PSOE y
Unidas Podemos, en las que se han ofre-
cido “puestos” en los organismos regu-
ladores como moneda de cambio.
¿Independencia de quién? ¿indepen-
dencia para qué? Son las preguntas que se
reiteran. Las respuestas son decepcio-
nantes; lo son por el prejuicio platónico.
En primer lugar, es imprescindible distin-
guir entre política y partido. Max Weber
definía la política como la aspiración de
poder. El poder como instrumento (ac-
ción) al servicio de objetivos que pueden
ser egoístas o idealistas. La Constitución
dispone que el Estado (social y democrá-
tico de Derecho) ampara/defiende los va-
lores de libertad, justicia, igualdad y plu-
ralismo político (art. 1). A tal fin, organiza
y regula el Estado. En última instancia, el
poder ha de servir a tales valores.
En una democracia representativa, el
partido es un actor fundamental. Es el
medio (de acción popular o de masas)
para alcanzar el poder (hacer política) al
servicio de lo que entiende, conforme a
su ideología, como interés general. La
gran contradicción radica en que se ga-
na a lomos de una minoría (en compara-
ción Al total de la población) para luego
gobernar para todos, pero sin que, al
tiempo, se pueda frustrar la confianza de

aquellos que hicieron posible el éxito de
alcanzar el poder. Es un difícil equili-
brio; es la incesante búsqueda del cen-
tro; gobernar en el centro, mientras se
atiende a los electores o de izquierda o
de derecha que hicieron posible el éxito.
Ni la politización, ni el partidismo debe-
rían ser problemas. Es inevitable e, inclu-
so, imprescindible en el contexto de la de-
mocracia representativa. El problema
constitucional se plantea cuando el poder
sirve a objetivos “egoístas”, como los defi-
niera Weber. Y el partido los encarna.
Este periódico informaba, el pasado 7
de septiembre, sobre la investigación
por monopolio que contra Google y Fa-
cebook iniciada en Estados Unidos. En
la crónica de Javier G. Fernández, se da-
ba cuenta del artículo publicado en The
Wall Street Journal. Se decía que la in-
vestigación en Texas contra Alphabet, la
matriz de Google, la llevará a cabo el “re-
publicano” Ken Paxton. A su vez, en el

caso de Facebook, será la fiscal general
de Nueva York, la “demócrata” Letitia
James, quien “coordine a un grupo de
fiscales de ambos partidos que serán los
encargados de investigar”. Igualmente,
las agencias reguladoras norteamerica-
nas están coloreadas por la política y los
partidos. Más de la mitad de las agencias
reguladoras cuentan con la regla deno-
minada Partisan Balance Requirements
(PBS, por sus siglas en inglés), según la
cual el presidente de EEUU debe respe-
tar en la elección de los reguladores el
equilibrio entre los dos grandes parti-
dos. En otros términos, en las agencias
deben tener presencia ambos, aunque,
lógicamente, el presidente puede reco-
nocer una superior representación al su-
yo. Entre otras, la FCC y la SEC cuentan
con la regla indicada. Precisamente, la
FCC fue la agencia que impuso la multa
de más de 5.000 millones a Facebook.

No se considera que haya amenaza a
la independencia; al contrario, se cues-
tiona la limitación a la potestad de nom-
bramiento del presidente. Según algu-
nos, y así ha sido cuestionado ante los tri-
bunales, sin obtener un pronunciamien-
to favorable, que el presidente debería
ser libre para nombrar a quien quiera.
Por lo tanto, podría nombrar a todos de
su propio partido.

El mito de la independencia
Una vez más, nos empeñamos en flage-
larnos con otro mito: el independiente;
el ideal platónico de la forma pura de la
persona libre de ideología, de carné; el
puro que, libre de toda mácula, se en-
frenta a los problemas que se le plantean
para alcanzar el mejor resultado para to-
dos, limpio de cualquier interés ajeno al
general. Es falso; no existe. Otra simplifi-
cación que tanto nos atenaza. Se puede
tener la filiación política que se quiera; se
puede participar de cualquier ideología;
el problema constitucional radica en el
seguimiento a objetivos no protegidos o
amparados por la Ley y la Constitución.
El objetivo común a todos los regula-
dores es el de garantizar, en términos de
la Ley 15/2007 (de defensa de la compe-
tencia), “la existencia de una competen-
cia efectiva entre las empresas [porque]
constituye uno de los elementos defini-
torios de la economía de mercado, disci-
plina la actuación de las empresas y rea-
signa los recursos productivos en favor
de los operadores o las técnicas más efi-
cientes.” El riesgo del independiente
platónico es que su “limpieza” partida-
ria lo eche en manos de los intereses del
sector regulado. No sé qué es peor si la
obediencia al partido, o a las empresas
reguladas, aunque siempre queda algo
aún peor: la subordinación al partido y al
servicio de las empresas. Es el drama de
la corrupción. No es la politización, es la
corrupción el verdadero problema. El
remedio es arrojar toda la luz para mos-
trar todas las servidumbres que condi-
cionan a los reguladores.

Platonismo, corrupción


Catedrático de Derecho Administrativo
en la Universidad Pompeu Fabra

Nadal, Federer


y Djokovic: trilogía


del éxito sostenible


HR Business Partner
en Sanofi Iberia

David
Reyero

Andrés
Betancor

No sé qué es peor,
si la obediencia al
partido político, o a las
empresas reguladas

Estos tres jugadores
demuestran que el
triunfo se logra con
fidelidad a un estilo
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