El Mundo - 09.09.2019

(National Geographic (Little) Kids) #1

P A P E L


EL MUNDO. LUNES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2019 HOJA Nº 31


E D U C A C I Ó N

independentista a clase, que
no le supo explicar quién
era Lluís Companys. En el
debate existente sobre si la
escuela actual es o no
demasiado laxa, su
sensación a partir de sus
experiencias profesionales
es que el nivel de los
institutos españoles deja
mucho que desear. Llega a
decir que hay alumnos de
Bachillerato «que no
entienden lo que dicen los
libros de texto» y que hay
estudiantes de esta etapa «a
los que le cuesta redactar
textos de más de tres
líneas».
«Estamos egresando
analfabetos, un
ciberproletariado sin los
niveles mínimos para
trabajar ni moverse por el
mundo», expresa durante su
entrevista este hijo de
padres profesores criado en

Andreu Navarra
(Barcelona, 1981) estaba
un día en su casa
corrigiendo los exámenes
de sus alumnos de 14 años
cuando se le acercó su hijo.
«¿Esto explicas, papi? Pero
si es lo que yo hago en
clase», le hizo ver el
sorprendido crío, que sólo
tiene nueve años. «Mi hijo
no exagera. Puedo
confirmar lo que dice
porque conozco lo que
hace en clase; si les pongo
sus mismos ejercicios a
estudiantes de la ESO,
muchos suspenden»,
asegura este historiador,
escritor y profesor interino
de Lengua y Literatura
Castellana al que este año
le ha tocado dar clase en un
instituto a 40 kilómetros de
Barcelona.
En los próximos días
saldrá a la venta el libro de
Navarra, Devaluación
continua (Tusquets), en el
que describe con crudeza lo
que ha conocido durante los
seis años que lleva dando
clase en Secundaria.
Alumnos de Bachillerato
que confundían los océanos
con los continentes en el
mapamundi, creyendo que
la tierra era la mancha azul
y que el mar era la marrón;
adolescentes a las puertas
de la Selectividad que no
saben el nombre de los ríos
que pasan por su ciudad o
que sitúan Madrid en el
centro de un mapa de
Cataluña; chicos y chicas en
la pubertad que no
distinguen un triángulo de
un rombo o no saben hacer
una simple división de
calorías.
Tuvo a una estudiante,
que iba con una bandera


un barrio obrero que admira
a Gregorio Luri y a la
educadora sueca Inger
Enkvist. «No estamos
creando ciudadanos
ilustrados, sino chicos y
chicas muy vulnerables que
se vienen abajo por un mal
examen o por tener que
memorizar tres páginas.
¿Cómo vamos a pretender
que más adelante se
enfrenten a un divorcio, o a
la paternidad, o a un
problema de salud?»
Su tesis es que «la ESO se
ha convertido en lo que
antes era la Primaria». ¿Por
qué? «Porque la atención de
los adolescentes pasa a
estar secuestrada por el
mundo virtual y eso hace
que muchos no estén aquí,
sino allí, pensando en los
likes. Cuando se les compra
un móvil, automáticamente
dejan de leer. Los institutos

no pueden competir con el
mundo virtual porque a
muchos alumnos no les
importa su futuro, sólo les
importa su presente en las
redes», responde. Eso es
culpa del sistema, de esa
«sociedad de la imbecilidad»
que desdeña el pensamiento
ilustrado, las Humanidades
y la reflexión y potencia a
los youtubers y a los
influencers.
Pero, avisa Navarra, la
escuela postmoderna
también «reproduce esos
hábitos de consumo y
prescinde de los hábitos
académicos». El llamado
modelo comprensivo
fomenta, en sus palabras,
«un sistema injusto» donde
«los profesores tienen la
función de trabajadores
sociales» y donde «al peor
alumno se le dedica la
mayor cantidad de tiempo y
atención».
«Se presiona para que la
escuela sea un lugar para la
felicidad inmediata. La
educación actual ha
convertido al docente en un
animador de hotel, en un
monitor de tiempo libre. La
tendencia es a convertir los
centros académicos en
centros de ocio. No estamos
creando ciudadanos que
participen en un proyecto
responsable, los estamos
obligando a pasar el rato»,
denuncia.
Relata que la «pedagogía
facilista» presiona para que
no se exija mucho a los
alumnos, para que se
desdeñen las notas y para
que se facilite la promoción
automática. «La
infantilización ambiental ha
iniciado el abordaje de las
instituciones académicas»,

donde los críos se pasan el
día haciendo actividades.
También lo sufren los
profesores, a los que
durante su formación se les
aplica la misma pedagogía
comprensiva, con fichas,
cuadros explicativos y
colorines «que parecen de
parvulario». Afirma que,
como hay tantos alumnos
que no hacen nada y tienen
que permanecer en clase de
forma obligatoria hasta los
16 años, se pone a los
profesores a entretener a
todos, igualando el nivel por
abajo.
El libro trata de explicar
el estado de ánimo de una
parte del profesorado, ésa
que siente que tiene que
pedir perdón por intentar
formar a los alumnos en
conocimientos concretos y
defender la importancia de
la memoria –«Nuestro ser
está hecho de memoria, sin
datos no hay pensamiento
posible»–, que vive
desbordada por la
burocracia y la Nueva
Pedagogía.
Navarra habla de una jefa
de departamento, una
docente curtida que había
enviado a la universidad a
decenas de chicos del
suburbio, que un día se le
puso a llorar de forma
desconsolada mientras
corregía exámenes de 2º de
Bachillerato. Se dio cuenta
de que ninguno de estos
alumnos llegaría a
completar el curso. «Ella,
que se había formado con el
objetivo de transmitir unos
conocimientos que pudieran
proporcionar un salto social
a los alumnos, se daba
cuenta de que ahí no había
nada. de que era una
estación final. Era la
constatación de que una
generación no podría pasar
a la Selectividad».
«La escuela ha dejado de
ser un ascensor social»,
sostiene Navarra. Relata
que en un colegio privado
donde trabajó le hicieron
aprobar a un estudiante de
Bachillerato. La dirección le
cambió la nota a pesar de
que el alumno «no sabía ni
interpretar cuatro líneas».
Tres o cuatro años después
se lo encontró trabajando en
un tren y el chico le dijo que
había intentado hacer la
carrera de Derecho, pero no
había podido terminarla ni
salir adelante.

Entrevista a Andreu Navarra. Historiador,


escritor y profesor interino de Lengua y


Literatura Castellana en Barcelona, se


rebela contra la “pedagogía facilista” y


critica la deriva del sistema educativo en


su nuevo libro: ‘Devaluación continua’


“EL PROFESOR SE


HA CONVERTIDO


EN UN MONITOR


DE TIEMPO LIBRE”


POR OLGA R.
SANMARTÍN MADRID

El profesor y autor de ‘Devaluación continua’ (Editorial Crítica), fotografiado en Barcelona. ANTONIO MORENO


El libro pasa de
puntillas por el conflicto
catalán. Nada se dice
en él sobre el adoctrina-
miento, la falta de
neutralidad en escuelas
de Cataluña o el modelo
de inmersión lingüísti-
ca, más allá de recono-
cer que su asignatura
de Lengua y Literatura
Castellana sólo tiene
tres horas semanales
(en otras autonomías
son cinco) y hablar, en
genérico, de que «en
lugar de democracia
estamos creando
generaciones enteras
de ultranacionalistas».
«Me parece que es sólo
aparente que mi libro no
hable de la situación en
Cataluña. Lo que ocurre
es que intento ofrecer
una visión desde una
perspectiva occidental,
en la que los problemas
de Cataluña se enmar-
can: digo, por activa y
por pasiva, que una
sociedad sin análisis
matizado de la realidad
no sólo proporciona un
sistema educativo
fragmentario y defec-
tuoso, sino que cultiva y
desarrolla identidades
políticas que se
convierten en religiones
civiles, intolerantes
entre sí, precisamente
para evitar la responsa-
bilidad de que se
construyan versiones
racionales de lo que
ocurre en el entorno
inmediato», se defiende
Andreu Navarra.

EL EFECTO
DEL ‘PROCÉS’
EN LAS AULAS
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