P A P E L
HOJA Nº (^32) LUNES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2019EL MUNDO.
POR LUIS
MARTÍNEZ TORONTO
C I N E
escarnio público y en red. Y
más tarde, con la llegada del
#MeToo, la acusación
directa. ¿Cómo había
conseguido tanto? ¿Acaso
fue la relación con Harvey
Weinstein la responsable?
Una colega llegó a decir que
donde otras no aceptaron,
ella sí lo hizo. No hay que
olvidar que las tres películas
citadas fueron producidas
por Miramax. Y así. A lo
primero contestó
denunciando «el doble
rasero» con el que son
sometidos a escrutinio
público actores y actrices. Y
a lo segundo, la enésima
novia de América, la chica
de al lado, se limitó a
comentar que ella jamás se
había sentido víctima ni de
nada ni de nadie ni de
Weinstein.
Pues bien, todo eso está
ahí, en Judy. Su trabajo
consiste en inventarse una
Garland sin imitar más de la
cuenta. Liza Minnelli, hija
ésta, se desvinculó del
proyecto. Lo que importa es
la verosimilitud. Y así, lo
que emerge de la pantalla se
acerca bastante a un
manifiesto feminista en la
era que viene después del
#MeToo. La pelea tanto de
una actriz, en el presente,
como de la otra, en el
pasado, tiene por objetivo
reivindicarse al margen de
patrones adquiridos e
impuestos. Contra las
normas de un Hollywood
pensado por hombres y
contra los modales de una
sociedad en permanente
linchamiento y sólo
pendiente de sí misma en su
manera más radical. Sí,
contra esa extraña liturgia
del yo en que se han
convertido las redes
sociales. Y ahí, la nueva
Renée hace suyas cada una
de las heridas de Garland.
Casi al final, Zellweger-
Garland se atreve con la
pieza más esperada y canta
Over the rainbow. Lo hace
después de que Goold con
inteligencia haya dejado que
cada canción discurriera
hasta el momento casi
íntegra (o eso parece). La
canción en la piel y la
garganta de su nueva autora
adquiere un nuevo tacto.
Casi revolucionario. Y es ahí
donde gana tanto la película
como la propia Zellweger.
Antes venganza que
expiación.
perfecta para colorear
abismos. La película no
abunda en el lugar común
del juguete roto más de la
cuenta. Sin renunciar al
trazo miserabilista, lo que
importa es lo otro. Y eso
más que sólo eso. De
alguna forma, la película se
antoja la excusa perfecta
para que su actriz ajuste las
cuentas con varios años de
humillación. La película,
sobre el texto teatral
firmado por Tom Edge,
cuenta el último año en la
vida de la que fuera niña
prodigio esclavizada por la
Metro. Estamos en 1969,
completamente arruinada,
Garland acepta la invitación
de cantar en Londres. El
viaje supone la separación
de sus hijos y la aceptación
de una forma de vida con el
fracaso como algo más que
una mera posibilidad. De
por medio, alcohol, drogas y
soledad. Es decir, la paleta
De tanto en tanto un actor
se confunde con su
personaje hasta convertir
la pantalla en algo así como
un ejercicio de expiación.
O un simple espejo. La
historia del luchador
sonado al que da vida
Mickey Rourke en,
precisamente, El luchador,
de Darren Aronofsky, es su
historia. Igual de
estrafalaria y recorrida por
los mismos golpes. No
queda claro quién
interpreta a quién. Renée
Zellweger da vida a Judy
Garland y, por un
momento, cuesta distinguir
dónde acaba la actriz y
dónde empieza el
personaje. Todo es uno o,
mejor, una. La gracia no es
tanto la imitación de cada
gesto como la apropiación
de todos ellos. Se diría
incluso, en un intento de
exageración creativa, que
es Garland la que vivió una
vida entera sólo para que
Zellweger tuviera un
argumento décadas más
tarde con el que no tanto
resucitar, que también,
como simplemente
vengarse, que es mucho
más humano. Y de paso,
vengar al mito triste de la
niña que se despeñó desde
lo más alto del arcoíris.
Judy, de Rupert Goold, se
presentó en Toronto como
suelen hacerlo los biopics.
Ya saben, cine de prestigio
pensado para los Oscar. Y,
sin embargo, consigue algo
Festival de Toronto. ‘Judy’ retrata los
últimos días de la diva, arruinada y sumida
en el abismo, y ofrece una radiografía
atinada del mundo del espectáculo
CUANDO RENÉE
ZELLWEGER SE
VENGÓ GRACIAS
A JUDY GARLAND
otro es la historia de una
mujer maltratada desde
prácticamente el
nacimiento por la
obligación del éxito.
Hablamos de una industria
y una sociedad como
mínimo hostil. Eso o
simplemente machista.
Y luego está la propia
Renée Zellweger, que
reaparece después de seis
años apartada del trabajo,
pero no de los medios. Y de
la forma más cruel.
Hablamos, para situarnos,
de la intérprete que en los
90 consiguió tres
nominaciones a los Oscar
seguidas. El diario de
Bridget Jones, Chicago y
Cold Mountain fueron los
testigos de un prodigio sólo
al alcance de colegas como
Meryl Streep. Luego llegó la
retirada y, acto seguido, el
acoso. Primero, en 2014,
una foto (mala) suya la
convirtió en la diana del
‘Judy’ versus Garland
Arriba, una foto de
Judy Garland de 1955.
Abajo, Renée Zellweger
en un fotograma de la
película ‘Judy’.
CBS ARCHIVE / E.M.