Tiempo atrás, cuando Morgan tenía diecisiete años, la universidad
de Atle lo admitió en la carrera de Artes Plásticas, tras enviar algunas
muestras de sus obras por correo. Las fotos dejaban entrever la delicadeza
con la que había tallado sus estatuas de madera, trabajadas con un nivel de
detalle sorprendente. Los altos directivos de la institución no tuvieron dudas
de su talento y le ofrecieron inmediatamente una beca completa que cubría
todos los gastos.
Para él, la posibilidad de asistir a Atle era un sueño hecho realidad.
Venía de una familia de recursos limitados que se dedicaba a la tala de
árboles y la recolección de madera, lo que hacía imposible que pudiera
costearse sus estudios. Por eso, su tío, un gran maestro, se ofreció a
impartirle clases particulares a él y a su hermana menor, Cloe, quien era dos
años menor que Morgan.
El joven habitaba en las afueras de Limaria, una región en
desarrollo. Gracias a que la ciudad tenía frontera con Lamkar, muchos
obreros tuvieron la oportunidad de estudiar y su tío fue uno de los
afortunados. El hombre vivía en Lamkar con su esposa y su pequeña hija,
enseñando en un colegio semanalmente. Los fines de semana, días en los
que no trabajaba, iba a casa de su hermana, la madre de Morgan. Su
departamento solamente quedaba a treinta minutos en vehículo. A aquel
hombre no le importaba hacer ese pequeño sacrificio por ellos, pues él
quería que sus sobrinos tuvieran la misma oportunidad de estudiar, y
deseaba con todo su corazón que en el futuro se convirtieran en personas
productivas.
Desde la muerte de su padre a causa de una pulmonía, Morgan había
tenido que convertirse en la cabeza de la casa, velando por su madre y su
pequeña hermana. Apreciaba profundamente el esfuerzo que su tío dedicaba
a enseñar y a proporcionarles una educación básica, algo poco común en
una región tan decadente como Limaria.
EL ACCIDENTE
Un día, mientras celebraban su admisión a Atle en su modesta casa,
el tío decidió hacerles una visita junto con su familia. Él había sido el