grito desgarrador de la gobernante Celia. Todos se sorprendieron ante esa
brutal acción.
Incluso Esmeralda quedó atónita por unos segundos, pero ella
previó de antemano el siguiente movimiento que el magnate realizaría. Así
que, frunciendo el ceño, la chica pulsó rápidamente los botones del elevador
y consiguió que las puertas comenzaran a cerrarse.
En su desesperación, Caluti disparó indiscriminadamente en
dirección a las chicas, por lo que ambas se lanzaron a los costados para
protegerse. Para su suerte, las puertas se lograron cerrar antes de que él
hiciese otro disparo.
Ya estando a solas, Esmeralda miró a Návila, y dijo: ¡demonios!...
Quería intercambiarte a ti por Boldort, pero al parecer a Caluti no le
importas un carajo.
Después de decir eso, ella apuntó con su arma a la asistente, quien
en ese momento estaba atónita, de rodillas y con los ojos perdidos.
Esmeralda quería deshacerse de ella lo más rápido posible, porque concluyó
que ya no le serviría para sus planes, pero en ese momento escuchó un
tenue susurro.
—Él... me disparó.
Návila miraba al vacío con lágrimas y una sonrisa perdida, mientras
seguía susurrando cosas.
—Pensé que mi vida le importaba, pero él... simplemente... me
disparó.
Al escucharla, Esmeralda se percató de que la mujer tenía una
herida de bala en el hombro. La chica de ojos verdes le comentó con
frialdad.
—¿Te sorprende, mujer? Espero que con esto entiendas que a Caluti
solo le importan sus propios intereses. Ese infeliz no se preocupa por nadie
más
—Pero Caluti... me rescató —replicó Návila mientras caía al suelo
lentamente. En tanto cerraba los ojos y perdía el conocimiento, ella añadió
—: Él era... mi héroe.