Samuel exclamó.
—¡Espera! ¿Qué vas a...
—¡Sam! ¡Activa tu casco! —Le ordenó ella.
Él obedeció tembloroso, entonces Esmeralda corrió en dirección a
los agentes, y saltó por encima de Cleman y Belton. Ella dio varios giros en
el aire, y comenzó a disparar rayos plasma en su máxima potencia. Los
oficiales también dispararon, pero no tuvieron los mismos reflejos que la
joven.
Todos quedaron calcinados y la habitación se llenó de humo, con
olor a carne quemada. Návila, Belton, Cleman y Sam, observaban
estupefactos mientras Esmeralda caía de pie en medio de los cuerpos
carbonizados. Ese altercado duró solo unos pocos segundos.
—¿Q-Quién es esta niña? —preguntó Belton con mucho miedo.
Sam recordó cómo ella ya había asesinado a los dos policías el día
anterior, pero por alguna razón en ese momento ya no sentía tanta empatía;
no después de haber escuchado la oscura confesión de la gobernante.
Samuel entendió que había una culpa compartida entre los ciudadanos de
Paronia.
—Esta joven es igual... a ese chico llamado Morgan —dijo Cleman
bastante impactado.
Esmeralda, cogiendo el bolso negro que había dejado encima de la
alfombra, sacó de ahí dos baterías para recargar la pistola de plasma. Una
vez que las llenó, se acercó a los agentes y les dio una advertencia.
—Escuchen, par de imbéciles... Como ya se habrán percatado, yo no
estoy de humor para sus tontos jueguitos. Mi objetivo es matar al hombre
que asesinó a la gobernante Celia.
››Así que no trabajo para él y tampoco soy una terrorista, pero eso
no significa que perderé el tiempo con las lacras hipócritas de esta
miserable isla.
Ella desactivó su casco y Samuel hizo lo mismo. El chico frunció el
ceño y tragó saliva cuando la vio acercarse al agente Belton
—¡Dame esto! —dijo Esmeralda arrebatándole el dispositivo.
El policía ni siquiera pudo resistirse de lo asustado que estaba. Ella
caminó en dirección a Návila, y una vez allí, le aplicó el SRI en el cuello.