—Sam, no podemos permitir que más personas inocentes mueran.
Luchemos juntos y acabemos con esto.
Lucas se acercó a los tres y comenzó a quejarse, a este también se le
veía con bastante sangre en su traje.
—¡Al principio los policías nos disparaban porque pensaban que
éramos sus enemigos!
—¿Se encuentra bien, joven Lucas? —preguntó Návila acercándole
un vaso de agua.
—Ya te lo dije, Návila... ¡Solo llámame Lucas! —respondió
sonrojado.
Kun se acercó al grupo, este desactivó su traje y luego les confesó
enojado.
—¡Por eso no me arrepiento de haber matado a esos oficiales!
¡Aquellos idiotas eran demasiado obstinados!
El pelirrojo también tenía grandes ojeras, vestía una camisilla
granate sin mangas, con zapatos y pantalones negros.
Kun cruzó los brazos y continuó hablando.
—De todos modos... ¿Qué más podía hacer? ¡Esos imbéciles no
entendieron por las buenas!
—¡Ah! Kun, con respecto a eso..., creo que tú y yo debemos hablar
—dijo Morgan mirándolo seriamente.
—¿Hablar de qué? —preguntó con mal humor.
—Nosotros no matamos a gente inocente —Le reclamó el limario
de manera tajante.
—¿¡Qué!?... ¡¿Me estás reprochando?! ¡¡Era un verdadero infierno
allá afuera!! ¡¡Tú mismo viste cómo nos atacaban desde ambos bandos!!
—Pero Kun, aplastarlos con un vehículo... fue un poco exagerado
de tu parte —comentó Lucas.
—¿¡Tú también, Lucas?! ¿¡En serio!? ¡¡¿También tú te pondrás en
mi contra?!!
El joven de Carmesí se veía cada vez más enojado.
—¿V-Volcaste un... automóvil? —preguntó Sam con incredulidad y
asombro.