—¿Y a dónde carajos iremos?... ¿No has visto los destrozos de allá
afuera?
—¡Dejen de murmurar entre ustedes! —Les advirtió ella.
—Lo siento, niña —Se disculpó Cleman.
Esmeralda suspiró profundamente, y después de meditarlo, les hizo
una confesión.
—Está bien, par de inú... digo, oficiales. Desde ahora intentaré ser
más amable con ustedes. Después de todo, se las arreglaron para traer a
Sam con vida, así que estoy en deuda con ambos.
—Gra... Gracias, lo aprecio mucho —respondió Belton un poco
aliviado.
Luego de atravesar la entrada, los tres se sorprendieron por la
cantidad de armas de fuego que había encima de la mesa. También vieron
muchos drones, entre los cuales había algunos averiados.
—Pero... ¿Qué es todo esto? —preguntó ella confundida.
Justo en ese instante apareció Lu detrás de ellos. Este los había
seguido luego de preguntarles a Sam y a Návila en dónde se encontraban.
—Lo siento, pedí a los chicos que trajeran todas las armas y los
drones de la ciudad... Quizás por eso tardaron más de la cuenta —confesó el
gemelo con una sonrisa.
—¡Vaya! ¡Conque eso pasó! ¡Y ese idiota de Morgan me quiso
echar la culpa a mí! —reclamó Esmeralda fingiendo molestarse. Entonces
miró al chico de cabello azul, y agregó—: bien pensado, Lu.
—¿Seguro que estas son todas? —preguntó Belton.—No lo creo. Morgan y los demás estaban al límite, y era imposible
que hayan podido con todo —contestó el gemelo.
—Aun así, muchos de estos drones están averiados, de hecho, son
prácticamente inservibles —señaló Cleman.
—Eso debe ser obra del pelirrojo —dijo Esmeralda con disgusto.
Lu volvió a sonreír con cierta vergüenza, en un intento pasivo de
defender a su amigo Kun.
—Pero estoy seguro de que estas cosas nos podrían servir para
detener al señor Caluti. —Él gemelo guardó silencio durante unos segundos