—Qué raro... —Zilak se tornó más serio. El hombre dio su último
bocado y bebió su refresco con prisa—. Creo que debemos continuar.
Al decir eso, este se puso de pie y cogió las maletas. Su esposa y las
chicas hicieron lo mismo. Zilak señaló en dirección a unos baños públicos.
—Chicas, veo unos sanitarios cerca de esa zona con césped.
Podemos ir allí un rato, luego seguiremos buscando. Tengo la sensación de
que no estamos lejos del lugar.
Todos caminaron hacia esa zona y utilizaron los baños. Después de
salir, Cloe volvió a sacar el mapa de su bolsillo y se colocó detrás de las
cabinas de duchas. Ella se dispuso a caminar hacia una valla protectora
negra de metal, y una vez allí, reposó sus antebrazos sobre la barra
metálica. Al hacerlo, la joven se percató de que abajo había una pequeña
playa aislada que se encontraba protegida y rodeada por barreras de
seguridad amarillas, las cuales abarcaban un perímetro de treinta metros. El
lugar tenía letreros que decían PROHIBIDO EL PASO. A su derecha
había una escalera de concreto con acceso a la playa, aunque esta también
se hallaba clausurada.