—Sí, quizás tarde un poco más de lo normal, pero sin duda mejorará
—aseguró Esmeralda.
—Espero que se recupere —dijo Návila mientras sujetaba la mano
del hombre.
En ese punto, Zilak dejó de convulsionar, y las heridas de las garras
ya se habían terminado de cerrar, pero, como su hombro era la zona más
afectada, este estaba tardando más en regenerarse.
—¡Cleman, Belton!... ¡Necesito que alejen a esas mujeres de este
lugar! —ordenó Esmeralda al percatarse de que el tigre le había arrancado
un gran trozo de su carne, entonces agregó—: Llévenlas a la fábrica.
Ella no quería que sus familiares vieran al hombre en ese estado.
Samuel llegó al lugar justo en ese instante, quedando impactado por todo el
alboroto.
—¡He venido tan rápido cómo pude! ¿¡Puedo ayudar en algo!?
—¡Sam!... ¡Lleva a esa chica a la fábrica! —Esmeralda señaló a
Cloe—. Al parecer está en shock y no puede moverse.
—¡¡Cloe y yo no nos iremos a ningún lado!! —gritó Abigail con
lágrimas.
—¡¡Yo tampoco dejaré a mi marido!! —exclamó Susan.
Ambas estaban siendo sujetadas por Cleman y Belton
respectivamente.
—¡Vamos, señoritas! ¡Él estará bien!... ¡Les prometo que mejorará!
—dijo el detective para calmarlas.
—¡Bien! ¡El tejido muscular ya se ha regenerado completamente!
—declaró Návila.
Zilak abrió los ojos poco a poco, y comenzó a respirar con
normalidad. Una vez que recuperó la conciencia, este se incorporó
cuidadosamente con la ayuda de las chicas.
—¿Qué? Esto es... ¡Esto es un milagro! —exclamó mientras
examinaba su cuerpo con asombro.
El hombre no podía creer que se encontraba ileso. Él tocaba sus
pequeñas cicatrices con felicidad.
—No tengo ningún rasguño... ¡Me siento mejor que nunca!