que se vieron marcados por la desesperación y la agonía de un chico que
solamente quería vivir.
—¡¡¡Samuel no merecía morir así!!! —exclamó Esmeralda
completamente desgarrada y con lágrimas que se mezclaban con su sangre.
La joven respiraba agitada y tenía la mirada enfurecida.
—Y tú... tú no mereces morir tan rápido... Juro que te haré sufrir
lentamente... ¡¡¡Sufrirás hasta que te arrepientas de haber nacido!!! —La
amenazó con la voz raspada.
Esta arrojó su arma a un costado e inmediatamente volvió a pisar su
herida; razón por la que Návila comenzó a gritar de dolor. Ignorando sus
clamores, la chica la tomó del cabello y comenzó a arrastrarla entre los
escombros, eso mientras estaban rodeadas por las llamas.
—¡Por favor, detente!... ¡Te lo suplico!
Ella se enfureció aún más al escuchar sus súplicas, porque recordó
que Samuel también le había rogado hasta el final. Návila extendía las
manos con frustración intentando librarse, pero ya no tenía la fuerza
suficiente para luchar. A todo eso se le sumaba el insoportable dolor en su
tobillo. De repente, Esmeralda la soltó y se colocó encima de ella, entonces
comenzó a estrangularla con ambas manos.
Návila se sacudía y agitaba sus piernas con vehemencia, mientras
que con sus dedos intentaba desligarse para poder respirar. Su fin estaba
cerca, poco a poco se le acababa el aire, pero de pronto dejó de sentir la
presión en su cuello.
Esmeralda finalmente decidió soltarla, así que la mujer tosió un
poco aliviada, pero la joven comenzó nuevamente a golpearla con
brutalidad; lo hacía una y otra vez mientras pronunciaba con furia una
sílaba por cada golpe.
—¡¡¡De... vuel... ve... me... a... Sam!!!!
El rostro de Návila se empezó a llenar de sangre, ya que sus cejas,
su nariz y sus labios comenzaron a romperse rápidamente. Esmeralda
exclamaba con lágrimas y mucho rencor mientras la seguía golpeando.
—¡¡¡De... vuél... ve... me... lo!!!
En ese instante Návila se llenó de valor, y cubriéndose el rostro con
sus brazos, mordió la mano izquierda de Esmeralda. De hecho, lo hizo con