—¡¡Por aquí!!... ¡¡Síganme!! —gritó Cleman apuntando hacia un
camión abandonado.
El detective tomó el volante, y aprovechando que los soldados
estaban luchando contra los drones armados que Lu había preparado, fue así
que esas ocho personas pudieron escapar.
Una vez que los militares destruyeron los drones, estos examinaron
toda la zona y comenzaron a recoger a sus compañeros malheridos que
todavía seguían con vida.
—¡¡Oiga, capitán!!... ¡¡Encontré a una mujer gravemente herida!! —
exclamó uno de ellos al ver el cuerpo desmembrado de Návila.
Este la vio y dio una orden.
—¡¡Traigan la camilla!!... ¡¡Nos la llevaremos con el señor Cataldi!!
Los militares recogieron todo en cuestión de minutos y luego se
marcharon rápidamente, sin embargo, estos vieron desde los helicópteros
cómo las ruinas de la fábrica explotaban de manera estrepitosa junto con el
baldío.
Observaban con los ojos estupefactos a una gran nube de humo,
escombro y fuego, formarse debajo de ellos. Anteriormente Lu había
colocado todas las bombas en la base subterránea, eso con el fin de destruir
el sitio y borrar toda evidencia que pudiera comprometerlos.
—Supongo que este es el fin —comentó el detective Cleman al ver
desde el retrovisor la gran nube de fuego que se levantaba detrás.
—No, no lo es —afirmó Lu aplicándole el SRI a Esmeralda y
regenerándole su dedo.