—Claro, es lo mínimo que puedo hacer por ellos.
Después de decir eso, dio media vuelta y se acercó a la puerta, sin
embargo, este escuchó su nombre desde atrás.
—¡Morgan!
Él volteó nuevamente y se sorprendió al ver las lágrimas de
Esmeralda recorriendo sus mejillas.
—No quiero que te vayas sin que antes me haya disculpado contigo!
—exclamó ella.
—¿Disculparte?
—¡Hace siete años en la azotea, yo fui quien te dijo que no mataras
a Caluti!... ¡Y siempre tuve este peso en mi consciencia!
Morgan inmediatamente se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
—¡No cargues con eso, por favor! ¡Si alguien es culpable aquí, ese
soy yo! ¡Todos estos años sentí y sigo sintiendo culpa por la muerte de
Sam! —En ese punto se le quebró la voz—. Yo fui el que te pidió que
mantuvieras con vida a Návila, aun cuando podrías haberla dejado morir en
el ascensor. Así que, Esmeralda... ¡Perdóname!
Luego de que ambos hayan confesado lo que sentían, se quedaron
abrazados por unos minutos, y liberándose de la culpa mutua que cargaron
por tantos años.
—Bien... Adiós —dijo ella finalmente apartándose y secándose las
lágrimas.
Él hizo lo mismo, y activando su traje, caminó hacia la entrada sin
mirar atrás. Esmeralda lo miró y reflexionó para sí misma.
Supongo que, al final, nosotros no elegimos las experiencias que
tendremos..., sino que son ellas las que nos eligen. Aun así, agradezco al
destino, a la vida, o a lo que sea que rige nuestra existencia, por darme la
oportunidad de haberte conocido, Morgan.
LA UNIÓN
En se instante, un gran grupo de pigmentados y normales ingresó a
la habitación para limpiar el lugar. El limario se abría paso entre ellos,
mientras que muchos otros corrían por los pasillos quitando los cadáveres.